/ miércoles 25 de septiembre de 2024

Expediente Confidencial / Edmundo, el tonto útil


Todos los pillos necesitan un tonto útil. Alguien que haga el trabajo sucio, o dé la cara por ellos, a cambio, en la mayoría de los casos, de recibir la morralla del negocio o, incluso, de simples promesas de futuras y espectaculares ganancias.

Bueno, en el caso de Venezuela, ese tonto útil es Edmundo González.

Como todos los tontos útiles, en Edmundo González hay rasgos de bonhomía y nobleza, ni duda cabe. Por eso, en su día, se dejó seducir por el canto chavista. Y ahora, por el de María Corina.

María Corina lleva 20 años queriendo ser presidenta de Venezuela, impulsada, sabrá Dios qué tanto y en qué formas, por los Bush. A cambio de qué, eso sí lo sabemos: del petróleo venezolano. La hija de papi, advenida en adalid de la democracia por obra y gracia de la prensa pro mercado, ha sido clara en sus intenciones: apenas llegue al poder, a privatizar la petrolera venezolana ¿Y a qué manos creen que irá a parar?

Pero vetada de competir por el dictador Nicolás Maduro, pues Corina necesitaba un tonto útil, un títere que fuese su 'juanito', que estuviera en la boleta y, una vez llegando al poder, aplicara la de Rafael Acosta y Clara Brugada: que ni se la creyera y que renunciara para que, ahora si, llegara la verdadera jefa.

No cabe duda que Edmundo ganó, pero Maduro, como todo dictador, es implacable. Y el sátrapa sabía muy bien que Corina, como toda persona venida de la élite, solamente entiende la lealtad de ida, jamás de vuelta.

Otra cosa que también sabe Maduro, viniendo de donde viene, es que los ricos son excelentes para quedarse con las ganancias y cargarle las pérdidas a quienes los apoyan. Por eso son ricos. No hay rico que no sea traidor, rastrero y miserable.

Corina le hizo ambas cosas a Edmundo: lo abandonó cuando ya no le era útil y cargó las pérdidas a su cuenta, mientras ella sigue en su campaña contra Maduro, sabiéndose, por sus ligas con los Bush, y a través de estos con Kamala/Biden, intocable.

Así, el pobre Edmundo, con sus 75 años a cuestas, comenzó a pagar esas pérdidas en sus carnes y las de su familia. Se convirtió en un perseguido del chavismo y acabó, temeroso, y con razón, de ser torturado, en la embajada de Holanda. Y de ahí, se fue a la de España, donde, ahora se sabe, funcionarios chavistas lo presionaron a firmar un documento en el cual se comprometió a no ejercer de presidente de facto en el exterior -tipo Juan Guaidó-, y luego, lo exiliaron al país ibérico, gobernado por un gran amigo del chavismo, como Pedro Sánchez. Es decir, lo enviaron a una jaula de oro donde estará bien controlado.

De esa forma, el ex diplomático pasó, en seis meses, de tener una vida pacífica y no deberle nada a nadie, a ser un exiliado y, quizás, ni llegue nunca a la presidencia de Venezuela, ni pueda volver a ver algún día su país. Fue el tonto útil de María Corina y los Bush. Y los tontos útiles, aunque frecuentemente nobles, siempre acaban igual: como carne de cañón

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