Puede gustarnos o no, pero es incontrovertible que no hay personaje político más importante en este siglo que Donald Trump. Ganó unas elecciones presidenciales, perdió las siguientes, enfrentó un intento de juicio político del que salió bien librado, fue enjuiciado y condenado por un tribunal común, sufrió tres atentados y ahora triunfa en otras elecciones y regresa a la Casa Blanca con 78 años, pero luciendo como un toro en todos sentidos.
Ese toro se llevó por delante, la noche del martes, a Kamala Harris y un partido, el Demócrata, que se ha desdibujado completamente de lo que alguna vez fue. Incluso de lo que Bill Clinton trazó a finales del siglo pasado. Hoy, el Partido Demócrata es, básicamente, una élite ambiciosa que miente y hace pactos oscuros, cuyos votantes, manipulables y crédulos, son universitarios o adultos mayores nostálgicos de los setentas, todos de clase alta o media alta y con la madurez de un veinteañero, que piensan que el gran problema del mundo es tener un lenguaje inclusivo o hacer ciudades 'eco-friendly' llenas de autos eléctricos, y que no tienen la más remota idea de lo que es no tener que comer mañana. No por nada, en México los simpatizantes más recalcitrantes de Biden, primero, y Kamala, después, fueron los mismos que apoyaron enloquecidamente a Xóchitl Gálvez.
Trump es un resiliente, para decirlo con una de las palabras favoritas de la izquierda caviar. Es ya una leyenda de la política mundial, sin discusión alguna.
Pero el renacimiento de ese toro, la creación de esa leyenda, hubiese sido imposible sin la 'cooperación' de un Partido Demócrata aferrado a su autodestrucción.
Y es que ayer, más que dos partidos políticos, se enfrentaron dos movimientos: el Make America Great Again, el famoso MAGA, liderado por Trump y que anoche se consolidó, contra los Woke, que Harris abanderó, con el pésimo resultado de provocar una huida masiva de votantes moderados y racionales.
Los tres intentos de matar a Trump también fueron claves.
¿Por qué tanta insistencia en matar a un tipo? El razonamiento lógico es que si había tal obsesión en ultimarlo, es porque la élite le temía y eso debía ser porque algo de razón tiene en lo que dice.
Esos atentados pusieron al votante independiente a dudar, cuando menos, de sí Trump era realmente el malo de esta película; y entre sus votantes, lo convirtieron en un mártir, en alguien dispuesto a dar su vida por ell@s.
Encuadrar las cifras de la victoria de Trump nos lleva a entenderla y a comprender lo que fue, es, será y no será la política estadounidense.
Trump gana no solamente por votos electorales, sino también por el voto popular. De los candidatos republicanos, solamente George W. Bush, en 2004, había logrado esto de 1989 a la fecha, pues tanto Trump en 2016 como el propio Bush en 2000, habían ganado en el voto electoral, pero no en el número de papeletas. Pero Trump gana con una mayor diferencia en ambos rubros a la que Bush tuvo ante John Kerry en 2004. De hecho, esta vez no se le podrá achacar a Trump que no es el presidente de la mayoría. Si que lo es, pues se llevó el 51% de los votos.
La pésima candidata que fue Kamala se refleja en una sola cifra: ¡perdió 13 millones de votos respecto a los obtenidos por Biden! En 2020, el todavía mandatario ganó con 81 millones de votos, frente a los 68 millones que apuradamente sacó su vicepresidenta.
El punto es que Trump no incrementó su votación de 2020. De hecho, bajó de 74 a 72.5 millones. Tampoco es que haya existido un voto que no eligió ni a uno, ni a otro: los votos por otros candidatos -los no republicanos, ni demócratas- cayeron de 2.6 a 2.1 millones -el siempre testimonial Partido Libertario se despeñó de 1.8 millones a poco menos de 600 mil-.
¿A dónde fueron los 13 millones de votantes que sufragaron por Biden en 2020? Esa cifra, sin duda, fortalecerá la narrativa del fraude electoral en aquellas elecciones, mediante el voto por correo, donde los republicanos aseguran que participaron hasta muertos.
Nunca se sabrá si Biden, con todo y sus tropiezos y falta de lucidez, hubiese sido un mejor candidato por una razón que, atenidos a esos números, parece haber sido la clave de lo ocurrido ayer: Joe logró atraer, con su moderación y su discurso de unidad, a millones de votantes, mismos a los que ahuyentó Kamala con su tono retador, pendenciero y divisivo.
Es decir, esas cifras nos reflejan que hubo 13 millones que, por supuesto, no se fueron con Trump, porque no comulgan con él, pero se negaron a encumbrar a una especie de Trump femenina de izquierda, que iba a llegar a cometer iguales o peores excesos, que iba a llegar a dividir igual o peor al país.
No a pocos les daba miedo ver a una Kamala mal disimulando sus pulsiones de ir contra la Primera Enmienda, para limitar el debate público, para "regular" la libre expresión, empezando por X.
No hubo ningún mensaje de Kamala llamando a la unidad con quienes no pensaban igual y si muchos instando a pelear, pelear y pelear-
Las formas de Kamala fueron horribles. Era un solazamiento constante en el 'todo vale'. Por ejemplo, la vicepresidenta apareció en Saturday Night Live, el fin de semana previo a las elecciones, aunque sabía que estaba prohibido por las normas electorales. No le importó.
Fue muy similar la estrategia de Kamala a la de Hillary Clinton y los resultados, por ello, también fueron parecidos.
En 2020, Black Lives Matter, los Woke y demás grupos radicales apoyaron a Biden como una reacción anti Trump. Es decir, fueron ellos quienes se subieron al barco de Biden, con este guiñándoles el ojo apenas lo necesario, y no al revés. Esta vez, Kamala fue quien subió a su barco a lo más radical de izquierda y se solazaba en ello. Bueno, pues así le fue.
Y también una cosa es ser feminista, pro choice y respaldar a la comunidad LGBTQI+, y otra es usar a esos grupos para impulsar otras agendas por debajo del agua.
¿Qué tiene que ver el feminismo con generar un clima donde todo aquel que no piense como la izquierda caviar sea linchado y eliminado socialmente? ¿Qué tienen que ver los derechos de la comunidad LGBTQI+ con respaldar, solapar o, al menos, ser omisos con el terrorismo árabe? ¿Qué tiene que ver ser pro choice con hacer pactos con los hijos del 'Chapo' para que te entreguen otro narco, simplemente para meterte en la política de otro país?
¿Qué tiene que ver la compasión y empatía hacia los migrantes con establecer un modelo social donde consumir drogas y vivir entre excesos sea una virtud, y valores como el respeto a la familia o el trabajo duro parezcan anatema?
El asesinato de Laken Riley demuestra que las mujeres continúan sin estar seguras en Estados Unidos; las personas LGBTQI+ tienen cuatro veces más posibilidades de ser víctimas de crímenes violentos (fuente: Love Has No Labels); Biden y Harris deportaron en dos años a más migrantes que Trump en cuatro (fuente. CBP); los incidentes antisemitas aumentaron 140% en 2023, rompiendo todos los récords previos (fuente:ADL). Entonces ¿Quiénes son los fascistas? ¿Quién está viviendo mejor con los demócratas? ¿A qué llegaron al gobierno?
Kamala representa a una élite podrida que está encamada con lo peor del mundo, una élite que un día fue neoliberal y hoy se dice "progresista", pero cuya única convicción es hacer más y más dinero.
No por nada, en Falls Church City, Virginia, el segundo condado más rico de Estados Unidos, Kamala obtuvo ¡el 81% de los votos! Y en el primero, Loudoun, en el mismo estado, el 56% de los sufragios fueron para Harris.
¿Usted cree que los ricos votarían así por Kamala si efectivamente fuera la candidata de los pobres o auténticamente de izquierda?
Si el eje ideológico de un partido de izquierda no es la economía, entonces, no es de izquierda.
Y es que el Partido Demócrata ha dejado de ser de izquierda para ser un taparrabos de esa élite neoliberal que lo colonizó desde Obama. Y eso lleva años pasando y seguirá pasando mientras la verdadera izquierda viva perdida en las derivas identitarias que esa élite les puso como queso en la ratonera, para distraerlos de las desigualdades y las injusticias que a diario viven millones y millones, los cuales han encontrado refugio, comprensión y empatía en Trump.
Una izquierda verdadera no llama "basura" a quien se ha quedado atrás, como lo hizo Biden con los votantes republicanos de a pie.
¿Cómo se le puede criticar a esas personas que hayan votado por Trump, el único tipo que les tiende la mano? ¿Por quién iban a votar, entonces? ¿Por quien les llama "basura"?
El Partido Demócrata de Obama, de Hillary, de Biden, de Kamala, tiene las mismas pulsiones elitistas de ese neoliberalismo de los Bush, que podrían resumirse en el mantra "si te quedaste atrás, no me importa y no es mi culpa, deja de estorbar".
En 2019, durante un debate de precandidatos demócratas, la senadora Elizabeth Warren, una izquierdista de verdad, buscó debatir con Harris sobre la necesidad de que las élites no financiaran las campañas políticas. Harris fingió demencia y se centró en exigirle a Warren que apoyara la cancelación de la cuenta de Trump en Twitter. Ninguna escena refleja mejor para qué y para quiénes trabaja ese Partido Demócrata nacido con Obama, que tanto gusta a las élites -y al narco-, el cual ayer fue incontestablemente derrotado.
ARTISTAS: Ayer, Estados Unidos dio un paso decisivo para emitir un voto racional: dejar de hacerle caso a los consejos electorales de la farándula. Ni tres cuartos de Hollywood metido en la campaña, ni Jennifer Garner haciéndose la empática en Michigan, ni Los Tigres del Norte, ni Olivia Rodrigo, ni Taylor Swift y sus 'swifties', pudieron contra la súper terca y dichosa realidad, esa que viven a diario millones que sufren para llegar a final de mes. L@s estadounidenses ya aprendieron -al menos la mayoría-, que esos ídolos de barro se hacen los buenas onditas un rato y luego vuelven a su vida privilegiada, sus spas y sus mansiones, mientras ellos tienen que regresar a su sufrimiento diario, del que no hay escape. También, luego de lo de P. Diddy, much@s ya entendieron que ese grupúsculo de famosos está podrido y con ganas.
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