Tijuana, una ciudad fronteriza y multicultural, llena de historias. Entre ellas muchas leyendas y mitos que se han dado a conocer. Algunas con información incompleta o modificada, tal es el caso de la leyenda: la casa con la ventana chueca.
La historia comienza entre los principios de los años 40, según el libro: “Leyendas de Tijuana” de Olga Vicenta Díaz Castro (“Sor Abeja”), mencionando que la casa perteneció a los señores Ernesto Alfonso García Sierra y Eva Bartolini de García, forjadores de Tijuana.
Con los años, el nombre de estas personas se fue perdiendo. Algunos solo recuerdan que los dueños del edificio tenían el apellido “García”. Sin embargo, aún se desconoce si ellos eran los protagonistas de la tan famosa leyenda o si solo fueron los propietarios en algún momento.
La familia constaba de tres personas, compuestos por los padres y un hijo. Cuando falleció el padre, el hijo tomo el mando de la casa. Habiendo pocos ingresos decidió abrir un pequeño consultorio en una de las habitaciones de la casa. Al ser un joven médico no contaba con demasiados pacientes, a pesar de ser bueno en su trabajo y de que su madre lo ayudara como asistente.
El médico al ver a su madre, cada vez más deteriorada por los años, comenzaba a entrar en depresión. Pues ella ya no contaba con muchas fuerzas para ayudarlo en el consultorio, sin embargo, continuaba haciéndolo. El hecho de contar con tan pocos clientes hacia que el ingreso fuera poco, a tal grado que comer bien se les hacía difícil. Incluso la casa que alguna vez fue majestuosa empezó marchitarse.
Llego a tal punto que se rumoreo que la casa se encontraba abandonada, pues muchas personas encontraban el ambiente frio y macabro.
Con una fachada tan espeluznante, la poca gente que iba al consultorio del joven médico dejo de ir. Nadie se preguntó el por qué la pequeña familia se dejó de ver. Así que simplemente paso el tiempo. Hasta que un día, los vecinos se dieron cuenta que en la entrada de la residencia se encontraba una patrulla. Curiosos varios de ellos se acercaron, pudiendo ver como sacaban un cuerpo cubierto.
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La mayoría de ellos pensaban que había sido la madre del médico la fallecida, pues se encontraba en una edad muy avanzada. Así que varios de ellos se juntaron para ir y darle el pésame al hijo. Pero al llegar y tocar la puerta, fue la anciana quien les recibió, con la misma educación y bondad que cuando los recibía en el consultorio. Aun sin salir de su asombro los vecinos fueron invitados por la señora a la residencia. Llegando a la sala de la casa los dejo un memento para ir y servirles algo de beber.
Cuando se fue, vieron con miedo como el joven hijo entraba a la sala y los saludaba. Pero su aspecto no fue la mejor, se encontraba ojeroso y tembloroso, con los ojos hundidos y sin brillo en ellos, incluso su piel se notaba grisácea y verdosa por todos lados.
Dejando su miedo atrás, le preguntaron al doctor sobre lo ocurrido. A lo que el joven les contesto que su madre había fallecido. Los escalofríos recorrieron a cada uno de los seres que estaban en esa habitación. Pues fue precisamente su madre fallecida quien les había abierto la puerta y llevado hasta el interior de la sala.
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El médico sin inmutarse de sus palabras, simplemente les pidió que lo siguieran. No muy convencidos todos fueron con él, aun con la piel de gallina recorriendo su espina. Pero nadie dijo nada y simplemente continuaron recorriendo la casa hasta que el medico se detuvo en una de las habitaciones del segundo piso.
Abrieron la puerta de la habitación y la escena que vieron fue algo que los dejó completamente mudos. En ella se encontraba el cuerpo del joven médico colgando de una soga en el cuello. Estupefactos miraron en dirección a donde estaba antes el chico, pero él ya no se encontraba en el lugar. Despavoridos salieron corriendo del lugar, llamaron a la policía y explicaron lo sucedido. Mayor fue su sorpresa al enterarse que había sido precisamente el hijo de la difunta señora quien se había comunicado con ellos para que se llevaran el cuerpo de su madre.
A partir de ese momento la casa fue completamente abandonada, pero al poco tiempo, familiares lograron recuperar la propiedad. Aunque se dice que ellos eran fanáticos del ocultismo y habían empezado a realizar rituales en la habitación donde se había suicidado el chico. La ventana de esa habitación sirvió para abrir un portal, donde las almas de los muertos podrían salir de la casa y poder descansar en paz.
El colocar la ventana en esa posición servía como “candado” para evitar que “entidades demoniacas” entraran a la casa.
A partir de entonces comenzaron los rumores, diciendo con temor las horribles cosas que podrían pasar si esa ventana es destruida. Todavía hay quienes afirman haber visto y escuchado cosas raras en esa casa.
Acutalmente, la casa sigue de pie y la puedes encontrar en la Zona Centro de Tijuana, sobre la calle 5ta.