Sin duda, muchas de los estados de México cuentan historias y anécdotas de duendes en el bosque o lugares cerca de su hogar, siempre hablando sobre las “travesuras” que esos seres toman por juego, desde animales hasta personas han sido blancos de sus maldades. Lo mismo ocurrió con una familia en Tabasco.
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La leyenda comienza cerca de los años 60´s, en un lugar llamado ‘La Sabana’ se encontraba un pequeño rancho con el nombre de “El Guanal”. Este rancho era administrado solamente por una familia que se dedicaba a la crianza de animales de traspatio, mayormente pollos, peros además de ellos había gallinas, patos, pavos y cerdos.
La vida en lugar era pacifico, día con día todos ellos cuidaban a los animales y demás quehaceres sin queja alguna. Sin embargo, una mañana sus pollos comenzaron a comportarse de una manera horrible, su andar era extraño e incluso sus cuellos tomaban formas antinaturales para su especie, lo más raro de todo era que entrado el amanecer los animales volvían a la normalidad.
Extrañamente solo los pollos tenían esas formas de actuar tan rara, lo que provoco que la familia comenzara a llamarlos ‘pollos cachurecos’.
Fue tal el grado de miedo hacia los animales que la familia comenzó a evitar comerlos, temiendo que tuvieran alguna enfermedad contagiosa o estuvieran embrujados.
Desesperados por encontrar ayuda, el padre de familia fue en busca del chamán que vivía en el pueblo. Cuando ambos estuvieron en el rancho, observaron a los pollos. Entonces el chamán le pidió al padre de familia le entregara un pozol de cacao, dos jícaras pequeñas y una cajetilla nueva de cigarros.
Con las cosas en mano, el chamán se adentró en el bosque para realizar un ritual que alejara a los espíritus malvados del rancho y que los animales dejaran de ser atormentados.
Al volver, le informo a la familia que los pollos estaban siendo controlados por los duendes que habitaban cerca del rancho, el cual consideraban estaba en su propiedad.
Sabiendo que esto los molestaba cada día más, la familia tuvo que abandonar el lugar y mudarse al pueblo que estaba cerca.
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Después de eso, nadie volvió al rancho, temiendo que los duendes volvieran.