Crisstian Villicaña
Tijuana.- Desde el título obtenido en el Torneo Apertura 2012, los Xoloitzcuintles de Tijuana han despertado en los tijuanenses y por qué no, en gran parte de los bajacalifornianos, una pasión que se ha ido acrecentado al grado que muchos dejaron a sus equipos de toda la vida para ser un Xoloitzcuintle más que apoya a sus “perros”.
Las emociones que despierta el equipo fronterizo tienen un lugar de nacimiento, algunos le apodan el "Mictlán" (“inframundo” en la creencia náhuatl), otros la “perrera”, se trata del estadio Caliente, donde el rojinegro domina y vibra con cada aliento de gol.
Al llegar a este recinto las sensaciones comienzan a tomar distintas formas, los olores de los puestos de comida, las señoras vendiendo camisetas y hasta aquellos que desesperadamente buscan un boleto hacen que se viva bajo una atmósfera que solo el futbol puede otorgar.
Y es que este deporte es sinónimo de amor para muchos, en especial para los que abarrotan el estadio, y que con sus cánticos, instrumentos, porras y en ocasiones “mentadas de madre”, alientan a sus Xolos para que sigan corriendo.
Las edades y los géneros quedan atrás cuando de esta pasión hablamos, desde el pequeño niño en brazos que apenas comprende el juego, pero que sabe que hay que apoyar a los “perros”, hasta el abuelo que sorprende por su energía y ánimo, los aficionados o "xolofans" son una fuerza que empuja y hace sentir al rival su presencia.
Los gritos, los suspiros y las emociones contenidas en los rostros de los aficionados son una demostración del porqué este deporte es uno de los más seguidos en México y en el mundo; expresiones que pueden pasar de la alegría a la tristeza en un segundo, en un remate, en una atajada.
La esperanza, esa que nunca muere en el aficionado, sigue viva en cada uno de los que se consideran "xolos", esperando que muy pronto puedan volver a levantar el trofeo de campeones y decir "Fuerza Tijuas".