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La importancia de las artesanías no sólo radica en los saberes ancestrales que preservan, ya que también tienen gran impacto económico en este país, pues en 2017 la actividad representó 18.6 por ciento del Producto Interno Bruto del sector cultural.
De acuerdo con la Cuenta Satélite de la Cultura de México, 22.4 por ciento del gasto realizado ese año en cultura en el país, que ascendió a más de 825 mil millones de pesos, se hizo para la adquisición de artesanías.
En ese sector trabaja 36.2 por ciento del total del personal empleado en el ramo, que supera el millón 384 mil puestos de trabajo, de acuerdo con un comunicado.
De generación en generación los artesanos mexicanos se han convertido en guardianes de técnicas ancestrales con las que transforman elementos como el barro, las fibras vegetales, la madera y las piedras en obras maestras.
Muchos empiezan desde niños y al lado de sus padres y abuelos aprenden a trabajar primero en las artesanías tradicionales para luego comenzar a innovar a partir de esas mismas técnicas y sacar nuevas creaciones, a veces más grandes, con un mayor grado de dificultad o nuevos usos.
Pilar Núñez, de San Pedro Tlaquepaque, en Jalisco, es la quinta generación de una familia de alfareros que inició su tatarabuelo Pantaleón Panduro.
Aunque ese municipio es famoso por la alfarería utilitaria, como cazuelas, jarros y ollas también se hacen los nacimientos tradicionales llenos de figuras o monos, como generalmente la gente los llama.
La habilidad para trabajar el barro se ha conservado en la familia Núñez que cuenta con obra muy reconocida como la colección Presidentes de México en barro, que el abuelo de Pilar, Margarito Núñez Panduro, inició en los años 20 del siglo pasado con Benito Juárez y que su papá continuó.
Después Pilar, quien con sus hermanas dirige el taller Raíces en Barro Núñez, modeló a los mandatarios desde Agustín de Iturbide hasta Lerdo de Tejada, en la colección que llega hasta Andrés Manuel López Obrador con un total de 59 figuras presidenciales.
En su taller Pilar utiliza las técnicas tradicionales de modelado a mano de origen prehispánico, como el policromado en frío y el barro natural con baño de engobe, que es la más delicada pues la pieza no debe tener ninguna imperfección.
Su trabajo es totalmente empírico, aprendido de generación en generación, el cual se realiza de forma manual, incluso con sólo dos o tres palitos para modelar y pinceles hechos con cola de ardilla.
Para ella es un oficio bendecido en el que está por gusto, pues a pesar de la difusión aún hoy mucha gente no conoce ese tipo de artesanía; sus obras se encuentran en museos de Japón, Estados Unidos y Francia y ahora están en evolución.