El reality show, género que debutó en la década de los setenta con An American Family -que seguía el día a día de una familia californiana-, y tomó fuerza a principios de los años 90 con The Real World producido por MTV, es actualmente el formato favorito de las nuevas generaciones, de acuerdo con el informe que presentó la consultora Glance durante la Feria Internacional de Contenido y Producción Audiovisual de Cannes de este año.
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La conquista de este formato ha sido paulatina, algunos de los más famosos programas de realidad en el mundo son Keeping Up With The Kardashians (10 temporadas, 1.13 millones de espectadores por cada una, según datos de Forbes), The Voice (26 temporadas, audiencia promedio de 15.3 millones de espectadores) y American Idol (21 temporadas, alcanzó un máximo de 51 millones de espectadores).
El Licenciado en Psicología, Miguel Ángel Feijóo Díaz, explicó a El Sol de México que este fenómeno se debe a que “el público se siente identificado, lo ven como algo real. Hay de repente ciertas historias que se muestran con edición, pero la gente está votando por personas comunes y corrientes”.
Le dan poder al espectador
Los formatos donde los participantes están en vigilancia las 24 horas del día mientras se encuentran aislados en una casa, como es el caso de Big Brother, que se creó en Países Bajos en 1999, generan también una gran afición.
En México, este proyecto llegó en 2002, bajo la conducción de Adela Micha, con una versión que reunió a personas no famosas y alcanzó ratings de hasta seis millones 585 mil 810 personas en el final de su primera temporada, de acuerdo con datos de Nielsen Ibope. Su éxito dio pie a que se hicieran entregas con celebridades.
El psicólogo Feijóo señaló que esos programas le dan al espectador una sensación de poder. “Puede generar un sentimiento de preocupación por los mismos integrantes, al grado de empatizar con algún equipo o alguna persona, ocasiona reacciones emocionales muy naturales por algo que ni siquiera tiene que ver con ellas”.
El caso de éxito más reciente en México es La casa de los famosos (LCDLF), una emisión que se estrenó en 2023, cuyo formato es similar al de Big Brother y se convirtió en el programa más visto del año, alcanzando un máximo de 5.2 millones de espectadores en su final de temporada transmitida el 13 de agosto.
¿Se vale todo por rating?
La segunda temporada de LCDLF, estrenada hace menos de dos semanas, se ha visto envuelta en la polémica debido a los conflictos entre los participantes, los cuales derivaron en una acalorada discusión entre la actriz Gala Montes y el youtuber Adrián Marcelo, durante la cual este último puso en duda la salud mental de su compañera.
Estos comentarios no fueron bien recibidos por el público, y de inmediato se generó una campaña en redes sociales, pidiendo la expulsión de Marcelo, e incluso la revocación de su cédula profesional como psicólogo.
Sin embargo, la respuesta de la producción fue un comunicado donde simplemente se les recordaba a los participantes que se trataba de un juego, y se les solicitaba no incurrir en actos de violencia verbal.
El crítico de televisión Roberto Rondero explicó que está decisión puede deberse a una “fórmula para atraer rating o desencadenar confrontaciones, este esquema consiste en meter en la misma casa a gente con problemas personales y de comportamiento, gente de conducta agresiva”.
En el caso de esta producción de Rosa María Noguerón, también entra en juego “la combinación de egos y frustraciones personales. Tú quieres ganar, pero para eso te tienes que aliar, nadie gana solo, ahí están las bases de esta situación del concurso”.
El experto lamentó que pese a la existencia de un reglamento y la figura conocida como La Jefa, encargada de regular la actividad de los concursantes, quienes buscan ganar un premio monetario de cuatro millones de pesos, no se haya mediado la situación a tiempo, y se esté cruzando una línea que podría afectar la percepción del público.
“Ya no sabemos hasta dónde llega su participación o de plano nada más es un aparador, por lo que estamos viendo ya las reglas las ponen los de adentro y sí, ya rebasaron la convivencia no sana, hay ataques muy directos y peligrosos”.
En su opinión, una de las situaciones más alarmantes se vivió el pasado domingo cuando la eliminación de la periodista Shanik Berman, la llevó a arremeter en contra de Mario Bezares, a quien calificó como un hipócrita.
“Aquí ya raya en que pueda haber una situación legal porque no es lo que le dices al de adentro, afuera hay familia, amigos, situaciones que debes de prever y aquí ya no hay límites, lo que está pasando es que esto ya se salió de las manos, eso ya no es la finalidad de un reality”.
Asimismo, precisó que por el contexto que se vive actualmente, donde la gente está consciente de que hay bromas y comentarios que pueden herir la susceptibilidad de otros, sería recomendable brindar cursos previos a los participantes, para evitar estereotipos y hacer más daño a la sociedad.
De la afición a la adicción
Dado el auge de las redes sociales, hoy día los espectadores se involucran más en la trama, emitiendo comentarios e interactuando con la producción en tiempo real, por medio de los lives que se hacen en plataformas como TikTok e Instagram.
Miguel Ángel Feijó o detalló que con tantos tipos de contenido a su alcance, el espectador está propenso a generar reacciones en su cerebro similares a los que provoca una droga, ya que se desarrolla una costumbre a verlos constantemente y cada vez se necesita una dosis mayor.
“Es posible generar una adicción a cualquier medio digital que pudiéramos observar y consumir”, explicó. “Cada uno de estos programas y medios de entretenimiento de alguna manera están diseñados para captar la atención”.
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“Ver y consumir medios te da un aumento de dopamina, es lo mismo que ver TikToks o en su momento vines o videos, en pocas dosis, no es tan dañino, pero a grandes dosis, por ejemplo cuando se tiene la opción de verlos 24/7, la gente se puede aventar cinco horas o más sentados viendo un reality, tus receptores se enfocan en eso y buscan consumir más”, finalizó.