/ lunes 23 de julio de 2018

Siempre han sido las mujeres quienes leen más: Eduardo Antonio Parra

Todo es plausible a ser escrito, incluso lo más brutal, lo más terrible, asegura el autor de El Rostro de Piedra

Jonathan Hayashi

Twitter: @BosqueHayashi


Uno podría pensar que es un escritor parco y solitario. Cuando te acercas al narrador de los paisajes más caciques, más rurales y desérticos, sabes que estás frente a un maestro de la pluma. Que mientras fuma y charlas con él, una aglomeración de nuevos aprendizajes históricos y narrativos invadirán tu mente como han invadido las páginas de todas sus obras.

Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) es un autor apasionado de revelar lo que muchos olvidaron, lo que otros desertaron y lo que todos necesitamos saber. Capaz de contar la parte más íntima y humana de personajes exóticos, reales y ficticios, Parra no se queda callado y detalla, como quien fue testigo en primera persona de todo aquello que escribe, los hechos más violentos y aterradores de nuestra cultura e idiosincrasia.

Ha sido becario del Sistema Nacional de Creadores y de la Fundación John Simon Guggenheim. Es autor de “Nostalgia de la Sombr”a (2002, Ediciones ERA), “Juárez. El Rostro de Piedra” (2008, Ediciones ERA) y del libro de relatos “Desterrados” (2013, Ediciones ERA). En el año 2000 fue galardonado con el Premio de Cuento Juan Rulfo en París, Francia. Ha sido traducido al inglés, al francés y al portugués.

¿Te consideras un escritor tradicional al momento de narrar ambientes e historias?


Lo que yo normalmente describo y en donde sitúo mis historias son lugares oscuros, arrabales, lugares poco socorridos en la literatura pero que ya habían transitado en autores como José Revueltas y Juan Rulfo. No sé qué tan tradicional sea. Mis historias son muy violentas pero empezaron siéndolo desde los años noventa cuando todavía no había toda esta guerra que nos envuelve ahora. El tema que me llama más la atención es la violencia. Por su puesto hay historias de violencia en la literatura mexicana que son muy viejas también, entonces desde ese punto de vista digamos que sí puedo ser tradicional. Desde el punto de vista técnico y estructural, trato de escribir con las técnicas y estructuras contemporáneas.


¿Qué autor te cambió la vida?


Juan Goytisolo. Después de leer su novela “Señas de Identidad”, para mí fue una cátedra de técnicas y de estructuras narrativas. También la visión de Jorge Luis Borges, la de Juan Rulfo, la de José Revueltas. Todos ellos me sacudieron mucho. En cuestión técnica también pienso en otro escritor español que es muy poco conocido porque murió muy joven; Luis Martín Santos con su novela “Tiempo de Silencio”.


¿Hay cosas que nunca deben ser escritas?


Creo que todo debe ser escrito. Todo es plausible a ser escrito, incluso lo más brutal, lo más terrible. Simplemente hay que tratar de suavizarlo de alguna manera o de intensificar el golpe para el lector por medio de la escritura. La realidad tiene que ser escrita pero tiene que pasar por un filtro que se llama lenguaje para convertirse en literatura.


Tienes un libro de relatos llamado “Desterrados”. ¿Qué representa ser un desterrado?


Todos somos desterrados de alguna manera. Por ejemplo, hay desterrados que han vivido toda su vida en el mismo lugar y en la misma casa pero están desterrados de la sociedad, de la existencia, de una vida normal, de lo que sea. Simplemente estar desarraigado de algo que necesitas representa el destierro.


En “El Rostro de Piedra” escribes sobre Benito Juárez, por mucho tiempo considerado una estatua, un ser frío y gris.


¡Exacto! Y sigue pasando. Esa fue una de la razones para ponerle el título a la novela. Sabemos que es de bronce y es de piedra pero adentro tiene que haber sentimientos, pasiones, todo eso.


¿Es Benito Juárez un personaje exótico?


Sí, creo que sí. Benito es un personaje completamente exótico en la historia nacional. Es el único indio puro que llegó a la presidencia. El único indio que no sabía hablar español a los 12 o 13 años y que además llegó a la presidencia, se aferró y salvó al país, le dio su segunda independencia y le otorgó a México el rostro que ahora tiene.


¿El mejor presidente que ha tenido México?


Quién sabe. Yo me iría mejor por Porfirio Díaz aunque Paco Ignacio Taibo II se enoje.


¿Qué se está escribiendo actualmente en nuestro país?


Siempre se ha escrito lo mismo. Christopher Domínguez dice que por un lado están los tipos duros y por otro los de la torre de marfil. Los tipos duros son los que tratan de llevar la realidad a la literatura y los de la torre de marfil son los que se están chupando el dedo, se están mirando el ombligo y escriben sobre los libros que ya se escribieron 20 veces.


¿Se lee cada vez más en México?


Sí, se lee cada vez más. No se lee lo que debería leers, pero desde que empecé a escribir hasta la fecha el número de lectores ha aumentado exponencialmente.


Muchos indicadores dicen que son ellas quienes leen más...


Siempre han sido ellas las que leen más. En Francia a mediados del siglo XIX funcionaban lo que llamaban gabinetes de lectura, que eran como los videoclubs de la actualidad o como los que hubo. Ahí las que se suscribían eran las mujeres. Los hombres consideraban que leer era afeminado y que además no tenían tiempo que perder; ellos estaban haciendo labores de varones. Claro que la mayoría de los autores eran hombres, pero los lectores eran mujeres.


¿Qué autores lees actualmente?


Siempre estoy leyendo a escritores principalmente viejos. De repente me agarro nuevos autores. Por ejemplo, de los actuales mexicanos me gusta Luis Jorge Boone, me gusta Vicente Alfonso, me gusta Luis Felipe Lomelí, que son los norteños de la generación que sigue de mí. De los del centro del país me gustan Guadalupe Nettel y otros más. Casi siempre procuro volver a los internacionales que dejé a medias como Michel Tournier que tiene obras maestras como “El Rey de los Alisos” y “Viernes o los Limbos del Pacífico”.
Regreso a William Faulkner a cada rato y, de los mexicanos, siempre regreso a José Revueltas. No puedo dejarlo, es un vicio.


Sobre el género del cuento...


Es el género rey de la narrativa. Es algo que todavía no entienden los editores ni los lectores pero creo que un libro de cuentos con narraciones excepcionales es muy raro en cualquier literatura, no solo en la lengua española. Es rarísimo y cuando encuentras ese tipo de libros estás viendo el trabajo de un perfecto joyero. Novelas buenas y excepcionales hay en abundancia, libros de cuentos buenos casi no hay. El trabajo del cuento es mucho más difícil.


Sobre ser tutor del Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), ¿qué experiencia te llevas?


Solo fue un año pero siempre me ha gustado convivir con los escritores más jóvenes, ver qué es lo que están tratando de hacer y más o menos darles cierta orientación cuando lo necesiten. Si no lo necesitan no, por supuesto. Ver también sus

trabajos y cómo los desarrollan y verlo desde adentro, desde el momento en que se están produciendo porque ahí es donde ves claramente la visión de una generación posterior a la tuya.


¿Comala o Macondo?


Comala.


Tu palabra favorita.


¡Uy! Está difícil. Creo que es “la chingada”. A mí me encanta; es sintética, sirve para todo y la puedes aplicar en cualquier momento.

Jonathan Hayashi

Twitter: @BosqueHayashi


Uno podría pensar que es un escritor parco y solitario. Cuando te acercas al narrador de los paisajes más caciques, más rurales y desérticos, sabes que estás frente a un maestro de la pluma. Que mientras fuma y charlas con él, una aglomeración de nuevos aprendizajes históricos y narrativos invadirán tu mente como han invadido las páginas de todas sus obras.

Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato, 1965) es un autor apasionado de revelar lo que muchos olvidaron, lo que otros desertaron y lo que todos necesitamos saber. Capaz de contar la parte más íntima y humana de personajes exóticos, reales y ficticios, Parra no se queda callado y detalla, como quien fue testigo en primera persona de todo aquello que escribe, los hechos más violentos y aterradores de nuestra cultura e idiosincrasia.

Ha sido becario del Sistema Nacional de Creadores y de la Fundación John Simon Guggenheim. Es autor de “Nostalgia de la Sombr”a (2002, Ediciones ERA), “Juárez. El Rostro de Piedra” (2008, Ediciones ERA) y del libro de relatos “Desterrados” (2013, Ediciones ERA). En el año 2000 fue galardonado con el Premio de Cuento Juan Rulfo en París, Francia. Ha sido traducido al inglés, al francés y al portugués.

¿Te consideras un escritor tradicional al momento de narrar ambientes e historias?


Lo que yo normalmente describo y en donde sitúo mis historias son lugares oscuros, arrabales, lugares poco socorridos en la literatura pero que ya habían transitado en autores como José Revueltas y Juan Rulfo. No sé qué tan tradicional sea. Mis historias son muy violentas pero empezaron siéndolo desde los años noventa cuando todavía no había toda esta guerra que nos envuelve ahora. El tema que me llama más la atención es la violencia. Por su puesto hay historias de violencia en la literatura mexicana que son muy viejas también, entonces desde ese punto de vista digamos que sí puedo ser tradicional. Desde el punto de vista técnico y estructural, trato de escribir con las técnicas y estructuras contemporáneas.


¿Qué autor te cambió la vida?


Juan Goytisolo. Después de leer su novela “Señas de Identidad”, para mí fue una cátedra de técnicas y de estructuras narrativas. También la visión de Jorge Luis Borges, la de Juan Rulfo, la de José Revueltas. Todos ellos me sacudieron mucho. En cuestión técnica también pienso en otro escritor español que es muy poco conocido porque murió muy joven; Luis Martín Santos con su novela “Tiempo de Silencio”.


¿Hay cosas que nunca deben ser escritas?


Creo que todo debe ser escrito. Todo es plausible a ser escrito, incluso lo más brutal, lo más terrible. Simplemente hay que tratar de suavizarlo de alguna manera o de intensificar el golpe para el lector por medio de la escritura. La realidad tiene que ser escrita pero tiene que pasar por un filtro que se llama lenguaje para convertirse en literatura.


Tienes un libro de relatos llamado “Desterrados”. ¿Qué representa ser un desterrado?


Todos somos desterrados de alguna manera. Por ejemplo, hay desterrados que han vivido toda su vida en el mismo lugar y en la misma casa pero están desterrados de la sociedad, de la existencia, de una vida normal, de lo que sea. Simplemente estar desarraigado de algo que necesitas representa el destierro.


En “El Rostro de Piedra” escribes sobre Benito Juárez, por mucho tiempo considerado una estatua, un ser frío y gris.


¡Exacto! Y sigue pasando. Esa fue una de la razones para ponerle el título a la novela. Sabemos que es de bronce y es de piedra pero adentro tiene que haber sentimientos, pasiones, todo eso.


¿Es Benito Juárez un personaje exótico?


Sí, creo que sí. Benito es un personaje completamente exótico en la historia nacional. Es el único indio puro que llegó a la presidencia. El único indio que no sabía hablar español a los 12 o 13 años y que además llegó a la presidencia, se aferró y salvó al país, le dio su segunda independencia y le otorgó a México el rostro que ahora tiene.


¿El mejor presidente que ha tenido México?


Quién sabe. Yo me iría mejor por Porfirio Díaz aunque Paco Ignacio Taibo II se enoje.


¿Qué se está escribiendo actualmente en nuestro país?


Siempre se ha escrito lo mismo. Christopher Domínguez dice que por un lado están los tipos duros y por otro los de la torre de marfil. Los tipos duros son los que tratan de llevar la realidad a la literatura y los de la torre de marfil son los que se están chupando el dedo, se están mirando el ombligo y escriben sobre los libros que ya se escribieron 20 veces.


¿Se lee cada vez más en México?


Sí, se lee cada vez más. No se lee lo que debería leers, pero desde que empecé a escribir hasta la fecha el número de lectores ha aumentado exponencialmente.


Muchos indicadores dicen que son ellas quienes leen más...


Siempre han sido ellas las que leen más. En Francia a mediados del siglo XIX funcionaban lo que llamaban gabinetes de lectura, que eran como los videoclubs de la actualidad o como los que hubo. Ahí las que se suscribían eran las mujeres. Los hombres consideraban que leer era afeminado y que además no tenían tiempo que perder; ellos estaban haciendo labores de varones. Claro que la mayoría de los autores eran hombres, pero los lectores eran mujeres.


¿Qué autores lees actualmente?


Siempre estoy leyendo a escritores principalmente viejos. De repente me agarro nuevos autores. Por ejemplo, de los actuales mexicanos me gusta Luis Jorge Boone, me gusta Vicente Alfonso, me gusta Luis Felipe Lomelí, que son los norteños de la generación que sigue de mí. De los del centro del país me gustan Guadalupe Nettel y otros más. Casi siempre procuro volver a los internacionales que dejé a medias como Michel Tournier que tiene obras maestras como “El Rey de los Alisos” y “Viernes o los Limbos del Pacífico”.
Regreso a William Faulkner a cada rato y, de los mexicanos, siempre regreso a José Revueltas. No puedo dejarlo, es un vicio.


Sobre el género del cuento...


Es el género rey de la narrativa. Es algo que todavía no entienden los editores ni los lectores pero creo que un libro de cuentos con narraciones excepcionales es muy raro en cualquier literatura, no solo en la lengua española. Es rarísimo y cuando encuentras ese tipo de libros estás viendo el trabajo de un perfecto joyero. Novelas buenas y excepcionales hay en abundancia, libros de cuentos buenos casi no hay. El trabajo del cuento es mucho más difícil.


Sobre ser tutor del Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), ¿qué experiencia te llevas?


Solo fue un año pero siempre me ha gustado convivir con los escritores más jóvenes, ver qué es lo que están tratando de hacer y más o menos darles cierta orientación cuando lo necesiten. Si no lo necesitan no, por supuesto. Ver también sus

trabajos y cómo los desarrollan y verlo desde adentro, desde el momento en que se están produciendo porque ahí es donde ves claramente la visión de una generación posterior a la tuya.


¿Comala o Macondo?


Comala.


Tu palabra favorita.


¡Uy! Está difícil. Creo que es “la chingada”. A mí me encanta; es sintética, sirve para todo y la puedes aplicar en cualquier momento.

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