Tenemos acendrada la figura del patriarca desde que nacemos: Joel Flores

Para el autor de Nunca más su nombre, en cuestión de interpretación narrativa, el lector siempre va a tener la última palabra

  · viernes 19 de octubre de 2018

Jonathan Hayashi


Twitter: @BosqueHayashi


Es un escritor joven, emocional y franco. En sus cuentos y narraciones logra dividir la ficción con la realidad y sus escritos sumergen al lector en un sentimiento de empatía y sentido de identidad. Su estilo incluye una prosa poética bellamente pensada, analizada y plasmada. Es sencillo percibir los anhelos y las añoranzas que sus personajes viven y piensan, como si en el fondo, quien lee estuviera leyendo el diario de un familiar, de un amigo o el de uno mismo.

Zacatecano y residente tijuanense, Joel Flores nació en 1984 y ha vivido tanto en México como en España. Es autor del libro “Nunca más su nombre” (Ediciones Era, 2017), su primera novela, y de los libros de cuentos “El amor nos dio cocodrilos”, “Rojo semidesierto” (2012) y “Los maridos de mi madre” (Paraíso Perdido), que será presentado a finales de este año en la XXXII “Feria Internacional del Libro de Guadalajara”.

Fue becado por la Fundación Antonio Gala para jóvenes artistas y por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 2007 y 2014. Obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2012 y el Premio Juan Rulfo del Instituto Nacional de Bellas Artes en 2014.


Vemos en la portada de “Nunca más su nombre” la palabra “novela”. ¿De cuánta ficción está cargada este libro y qué tanto hay de alter ego en el personaje que narra la historia?


Mucho. No puedo hablar de porcentajes porque puedo falsear la escritura y los hechos que manejé, pero de eso hay muchísimo. Es una pregunta que me suelen decir: ‘¿es autobiografía o autoficción?’. Les digo que es una novela muy personal, pero que al final de cuentas la personalidad y la realidad terminan trastocadas por la ficción. Uno siempre parte de detalles reales para que la prosa y la historia fluya natural. Para que cause empatía con el lector. Que en determinada forma no se quede impostada la voz narrativa. Podemos decir que Joel Flores de la novela es el alter ego del escritor Joel Flores en la realidad. Cuando escribí la novela tenía 29 años y veía las cosas de cierta forma. Veía también el conflicto familiar que viví y el tránsito de Zacatecas a Tijuana con una mirada distinta a como lo veo ahora.


Se puede leer y apreciar el tema del patriarca, un padre de la familia que se va. ¿Algún reto emocional al momento de escribirla?


En realidad no. Tengo muy en cuenta que cuando empiezas a trabajar con la emoción, la honestidad y la catarsis, la novela empieza a pisar terrenos profesional, de técnica y de planeación. Mi literatura debe ser muy descarnada, debe trastocar la visión del otro y tocar el corazón de las personas. En cierto momento uno se desdobla y no llora frente al monitor ni frente a la computadora. Hay gente que me ha dicho que soy muy desalmado en mi narrativa y a mí me gusta, porque creo que la literatura debe provocar algo.


Vivimos en 2018, ¿sigue persistiendo la figura del patriarca en México?


Lo tenemos acendrado desde que nacemos. Piensa cómo es nuestro sistema de gobierno. Aunque nos dicen que no es autoritario no hay consulta ciudadana y nos regañan. Como el padre que no arregla la casa; es su deber que la casa salga adelante como jefe de familia y en lugar de sacarla adelante termina castigando a los hijos. Así es nuestro mismo sistema de gobierno. Hay un falocentrismo tremendo. En nivel doméstico, sobretodo en el centro y sur del país, si alguien crece en una familia, donde hay una hija y un hijo, el varón está destinado a salir trabajar porque el hombre en México es el proveedor. La hija está destinada a lavar y planchar la ropa, si acaso puede estudiar. O sea, sí estudian, pero son las famosas “MMC” (mientras me caso). Desde ahí se está implantando un machismo en las hijas. Esas hijas luego trasladan esa misma idea a su familia. La hija no puede tener carro, el hijo sí puede. Así es como se va heredando el patrón. Es donde creo que la educación es muy importante. El narrador de “Nunca más su nombre” lo dice: ‘cuando yo encontré la literatura, cuando yo conocí los libros, rompí los patrones heredados’. Esa es la educación.


¿Ha habido lectores que le han dado interpretaciones distintas a tus textos de lo que realmente querías expresar?


Sí. El lector siempre va a tener la última palabra. Uno al escribir una novela navega distintos lectores. En ese sentido yo respeto mucho la interpretación del lector. Me ha pasado que los lectores han tomado mi novela desde distintos márgenes de la interpretación. Unos me han dicho que les ha servido como autoayuda, lo cual en un principio me sacó de onda y después agradecí, otros me han dicho que es un reflejo muy fiel de la gente mexicana que nació sin padre y con los deseos de sanar las heridas. Algunos me han dicho que es una novela muy personal y que no han podido terminarla porque se vieron reflejados. Hay muchísimas lecturas; una de ellas es la gente que me han dicho que no les gustó porque es una novela que parece una especie de queja desde la primera a la última página. Es una novela que ha tenido muy buena acogida con los lectores y con la crítica. Al final de cuentas si me dicen que es una novela policiaca y que les gustó, yo lo acepto.


¿Cuánto tardas en crear y escribir esta obra?


Puedo sonar un poquito chocante y decir que en 4 meses. Esta historia yo la traje en la cabeza desde hace 11 años. Hubo borradores e ideas que tracé. Cuando viví en España llevé una libreta, cuando viví en Ciudad de México llevé otra, cuando viví en Zacatecas llevé otra y al final de cuentas construí la novela de manera mental. En 2013 hubo un empuje de necesidad, de urgencia y de compromiso profesional y moral con mi oficio. Ahí salió en 4 meses. Cuando la terminé fue cuando la mandamos al Premio Bellas Artes, al Juan Rulfo. La mandé como un borrador, no estaba contento con esa novela y aun así ganó el premio. Pero luego vino un segundo y tercer trabajo que es la reescritura. Eso me llevó 8 meses. Siempre he creído que un escritor suelta la historia y luego la va perfeccionando conforme la va entendiendo. Es cuando entiendes que las novelas no se inician de principio a fin. Se inician o se reescriben de fin a principio. A mí ese método me ha servido.


¿Hubo sentimientos encontrados mientras trabajabas en ella?


Siempre hay sentimientos encontrados. El pensar sobre qué va a decir la familia sobre la novela, sobre qué va a decir el papá, porque mi papá está vivo, no está muerto y se la dedico a él. Lo piensas, pero al final de cuentas es ficción. A mí me gusta mucho que se den este tipo de preguntas y reflexiones porque me doy cuenta de que la novela cumplió su cometido y que trastocó al lector. Ahí la novela cumplió una función; es natural. Se sostiene dentro del parámetro de la verosimilitud. Hubo sentimientos encontrados, pero nunca fueron obstáculo.


¿Existe todavía amor al viejo militar de la novela? ¿A tu padre?


Sí claro. Siempre lo va a existir. Hay algo muy interesante cuando uno escribe; lo carnal y lo emocional siempre van a estar ahí. Yo tengo contacto con mi padre sin problema. Él no ha leído la novela y de hecho no sabe que se publicó el libro. Si algo tengo en mi favor y en mi contra es que mi familia no me lee, ¡jajaja!, ya estoy salvado desde ahí. Algún día creo que me van escribir para decirme que ya la leyeron y que me van a desheredar. Hay mucho amor, yo quiero mucho a mi familia, creo que mi familia me quiere mucho y las cosas están muy tranquilas.


¿Qué tal tu experiencia con las becas en el extranjero?


Muy bien porque a mí me dio una especie de panorama distinto al que hubiera tenido si me hubiera quedado en México. Por eso cuando conozco a alguien con mucho potencial de escritura le sugiero que aplique a la Fundación Antonio Gala. No tanto por el prestigio de ir al extranjero, sino por todas las lecturas que va a tener en un país donde no nació. Pones en la balanza lo que se escribe en el país donde naciste y lo que se escribe en donde ahora eres extranjero. Te cambia la visión por completo. Yo en España leí más a los latinoamericanos que estando en México. Un escritor no es de México o España, sino un ciudadano del mundo.


Acabas de publicar un libro de cuentos, “Los maridos de mi madre”. Luego del éxito de “Nunca más su nombre”, ¿cómo nace la idea de publicar esta última obra?


La novela estaba pensada para salir a finales de 2017. Corría el año 2016, estaba un poco desesperado por la idea de que no salía la novela y me puse a escribir un libro de cuentos después de concluir labor con la “Feria del Libro de Tijuana”, proyecto del cual terminé cansado por la burocracia que se maneja ahí. Me encerré a escribir. El germen fue un día después de correr con mi esposa y le platiqué que quería hacer un libro de cuentos que incluyera la historia de un chavito que narra la imposibilidad de su madre de encontrar el amor. Una madre soltera que podría ser el símbolo de muchas madres mexicanas, que vive con un hijo y aparte tiene un trabajo que no les da mucho dinero. Ella se esfuerza por escalar laboralmente y el chico cree que solamente con el amor entre él y ella pueden ser la familia ideal. Pero pues no, el deseo de la madre por encontrar al amor de su vida hace que el hijo vaya siendo testigo de los amores frustrados de la mamá, hasta que en cierto momento el hijo entra a un taller de narrativa y se da cuenta, por lo que le dice el maestro, que la narrativa puede ayudar para darse la vida que nunca tuvieron.


Tus cuentos están cargados de mucho subtexto, de apólogos y reflexiones. Lograste sin embargo escribirlo en un mes.


El borrador fue escrito en un mes. Fue como hubiera vomitado las historias. Eso significa que pude hacerlo porque ya las había pensado antes de haberlas escrito. Recuerdo que yo no llevaba antes libretas, ahora sí escribo con libretas, pero antes las ideas las escribía en el celular. Al menos las tramas y las semillas de los cuentos ya estaban escritas ahí. No obstante, después de escribir el libro se empalmó la salida de “Nunca más su nombre” en Ediciones Era. Eso hizo que este libro se tardara y que yo también pensara en no sacarlo tan rápido porque no iba a beneficiar a la novela. Por eso no esperamos 6 meses. Soy un escritor que corrige bastante y me gusta mucho pensar que hay dos tipos de escritores; el que escribe y publica y el que escribe, corrige y publica. Yo me quedo con la segunda opción. Creo mucho en la riqueza del texto y de que el texto no es un ebook, sino plurisignificativo. Me eduqué leyendo a escritores norteamericanos como Salinger, Hemingway o Carver. Hay en sus libros una preocupación, porque se enuncien una realidad con paralelismos que logre comunicar una experiencia con su lector. Siempre he pensado que la narrativa debe tener guiños, mensajes ocultos que uno como lector debe de descifrar. Este subtexto ayuda a que el lector sea más activo. Qué descubra vínculos entre un cuento y otro.