Jonathan Hayashi
La escritora duranguense Liliana Blum (1974) ha creado un personaje que bien podría tratarse de la reencarnación mexicana de Humbert Humbert; aquel sujeto obsesionado con la idea de conquistar y seducir a su hijastra de 12 años, la nínfula que da nombre a la novela de Vladimir Nabokov, “Lolita” (1955).
Raymundo Betancourt, el protagonista de “El Monstruo Pentápodo” (Editorial Planeta), solo se distingue del confeso pedófilo europeo en el contexto social, la temporalidad, la geografía donde se llevan los sucesos y la siniestra manera de crear sufrimiento a través de una doble personalidad. Suscriben en compartir el mismo sistema pragmático para alcanzar sus malintencionados objetivos, su impecable prestigio de ciudadanos ejemplares y el muy a su favor don de la persuasión.
La narrativa de Blum no tiene ningún tipo de piedad ni límites. Es directa, osada y no se anda por las ramas. Conocerás los pensamientos más íntimos y primitivos de un personaje guiado por sus deseos más oscuros. Sin duda una variante de apologías y reflexiones de temas como el amor, el crimen, el síndrome de Estocolmo y la pedofilia.
Liliana también es autora de libros como “Pandora” (Editorial Planeta), “Residuos de espanto” y “La maldición de Eva”. Hablamos con ella para entrevistarla y sus respuestas son el claro ejemplo de que detrás de un gran antagonista como Raymundo puede encontrarse una mente brillante, una imaginación única y una amabilidad sin fronteras.
—¿Cómo inicias en la escritura?
—Fue en la niñez. Yo hacía muchas historias en mi mente, era muy solitaria, no tenía muchos amigos y hacía historias con mis muñecos de peluche. Creo que ahí estaba la semillita. Escribí hasta la preparatoria. Recuerdo a una maestra de redacción que nos obligó a escribir un cuento o una poesía para un concurso de la escuela y fue la primera vez que escribí, aunque siempre me gustaba leer. Nunca había considerado escribir y gané tercer lugar en ese concurso. Me gustó, y antes de terminar la prepa yo ya sabía que quería ser escritora.
—¿Qué escritores te han inspirado a lo largo de tu vida?
—Recuerdo que cuando tenía 10 años encontré por error un libro que era de mi tío; “El Vampiro de la Colonia Roma” de Luis Zapata Quiroz. Observé la palabra vampiro en la portada, leí la novela y supongo que me traumó, aunque no tanto porque me llamó la atención, pues era del todo desconocido para mí. Luego tuve una etapa en los 90 donde comencé a leer a Rosario Castellanos y sus libros de la ciudad; “Cabecita Blanca” por ejemplo, ese tipo de libros citadinos. Rosario fue mi influencia por largo tiempo. También Carlos Fuentes en sus inicios, sus cuentos de “Chac Mool”, “Las Dos Elenas”, ese periodo muy inicial de él. Conforme fue pasando el tiempo fui modificando mis gustos y ahora mis influencias más grandes son escritoras canadienses y norteamericanas como Joyce Carol Oates y Margaret Atwood. No sé si sea que me influyan o bien que daría lo que fuera por escribir un poquito como ellas.
—En tu novela “El Monstruo Pentápodo” narras la vida de Raymundo Betancourt; un ciudadano ejemplar ante la sociedad pero que esconde una capacidad pragmática para hacer el mal. ¿Cómo nace la idea de escribir esta obra?
—Hay dos vertientes. Desde que empecé a escribir tengo un gusto por el tema de los psicópatas, estos personajes realmente malos e inteligentes. El crimen muy básico no me interesa. Por ejemplo, una ambición de algo material; alguien roba un celular y terminan matándolo. En cambio, hay seres que disfrutan la cacería, el infligir dolor, etc. Por otro lado, personalmente tengo una historia de abuso infantil, que es un tema que he querido tocar desde siempre y me decidí a juntar estos temas en una misma novela.
—¿Consideras a “El Monstruo Pentápodo” como un hijo legítimo de “Lolita”?
—Obviamente “Lolita” me regala el título y es un homenaje. No diría que es un hijo, pero pudieran ser personajes parecidos. Leí “Lolita” durante mi carrera y fue una de mis novelas favoritas. Hay otras que menciono en la novela, como “El Coleccionista”. No sé realmente si sería un hijo, pues más que la historia de la pedofilia, al igual que en mi novela anterior (“Pandora”), lo que me interesa más es explorar las relaciones amorosas. Por ejemplo, la historia de Aimeé, esta parte de cómo es posible que las mujeres aceptemos y toleremos equis cosas por tener un hombre al lado. Eso es algo que siempre me he estado cuestionado. Para mí, la historia es por ese lado, aunque el tema de la pedofilia es el que se lleva las luces.
—¿Qué libro has recomendado más?
—Depende de lo que estoy leyendo en el momento. Estoy en una red social llamada Good Read, y normalmente cuando hay un libro que verdaderamente me gusta le hago una reseñita. Ahora estoy leyendo la segunda parte de “The Strain” de Guillermo del Toro y me está encantando, aunque no sea un libro muy literario. Realmente es por épocas. Uno de los libros que más me marcaron al principio, porque fue la primera vez que lloré por un libro, fue “El Nombre de la Rosa” de Umberto Eco.
—Si pudieras conocer a un personaje literario, ¿a quién elegirías?
—A Humbert Humbert, un psicópata total. Además, es encantador y manipulador. A mucha gente se le olvida que “Lolita” en toda la novela es la versión de él. Este hombre nos hace creer que la niña lo sedujo, nos dice “pobrecito de mi”. Me gustaría conocer a alguien así de maligno y al mismo tiempo encantador.
—¿De qué se pierden los que no se atreven a leer?
—La lectura es algo tan maravilloso que solo quien no lee no puede darse cuenta de lo que se pierde. Sé que hay maneras, pero una de las peores cosas que me podría pasar sería quedarme ciega. El no poder leer sería algo horrible. Quien no lee se pierde de meterse en la cabeza de otro. Se pierden literalmente de vivir, al menos por un ratito, otra vida que no es la suya, y eso es más divertido que cualquier película.
—¿Qué escritores mexicanos recomiendas?
—¡Uy! Es una pregunta espinosa porque tengo muy mala memoria y a lo mejor se me va a olvidar alguien que sea mi amigo. Me gusta como escribe Hilario Peña, a él y mí nos gustan las novelas que cuentan una historia. Parece muy obvio, pero hay novelas o cuentos que no cuentan una historia. Me gusta también Martín Solares porque estructura muy bien. “No Manden Flores”, que es una historia situada en Tampico y donde viví 15 años, es una novela muy bien hecha más allá de las partes técnicas. Me gusta la primera parte de la obra de Carlos Fuentes. Está Daniel Salinas Basave, autor de “Días de Whisky Malo”, un libro que me fascina. Hay temas que no me gustan porque ya los he leído demasiado y de la misma manera siempre; el tema del narco, violencia fronteriza, periodistas, dealers y tables. En los cuentos de Salinas encuentras un humor que nadie más tiene actualmente en México. Daniel es muy polifacético porque tiene cosas muy diferentes. Recomiendo también a Darío Salazar con su libro “Perro de Ataque”. Me gustó mucho porque es poético y está bellamente escrito. No lo puedes dejar de leer. Darío es muy joven, pero se va a convertir en alguien muy grande.
—¿Cuál es el lugar favorito de tu casa para leer?
—A mi no hay nada que me fascine más que comer sola. A veces les doy de comer primero a mis hijos y cuando se van como yo y saco mi libro. Comer con un libro es uno de mis mayores placeres. Me gusta leer en mi cama, pero me da sueño. A veces nomás leo una página y me duermo. Prefiero leer sentada y de preferencia con un café o comida. La respuesta sin duda es el comedor.
—Tu palabra favorita.
—Se me ocurre primero la palabra más fea del español que es pus. Bonitas hay varias, pero soy mala para responder bajo presión. Me gusta una que es de Tampico, testerear, es decir, molestar a alguien en broma, de juego.
—¿Qué lees en estos días?
—Justo ahora en mi bolsa tengo “The Fall” de Guillermo del Toro. En días pasados leí “Niágara” de Joyce Carol Oates. Siempre estoy leyendo un libro por gusto, uno por compromiso y otro por trabajo, más que nada.
Twitter: @BosqueHayashi