La sequía que azota el oeste de Estados Unidos golpea aún más a México, especialmente en lugares como Ensenada, último en la fila para recibir el agua del río Colorado.
Para Lucero Pérez Badillo, eso significó tres meses sin agua.
Una racha que terminó hasta que, a principios de julio, llegó a su casa una pipa de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Ensenada (CESPE).
Lucero vive con su esposo y dos hijos en Lomas Indeco III, una colonia en las alturas de Ensenada que normalmente recibe agua del río Colorado por el acueducto que cruza la frontera entre Estados Unidos y México, para extenderse desde Mexicali a Tijuana y conectar hasta el puerto.
La pipa (o camión cisterna), llenó un tanque de almacenamiento en su azotea con agua de una planta desalinizadora construida en 2018 para producir recursos adicionales en una ciudad que se está secando.
El agua que trasladan los camiones del gobierno estatal es distribuida como parte de un programa de emergencia por la sequía.
Es gratuita, pero insuficiente, por lo que Pérez Badillo tiene que comprar a “piperos" privados cuando no hay en la llave, gastando unos cuatro mil pesos adicionales al mes.
“Es horrible, y buscamos otras formas de ahorrar dinero para comprar agua porque, pues imagínense, sin agua no se puede vivir”, dijo.
Ensenada tiene más fuentes de agua que Tijuana, que atraviesa por una rápida expansión y también sufre la escasez.
Pero el mantenimiento deficiente, una población en crecimiento y la cuestionable gestión gubernamental de esos recursos sometió a Ensenada a periodos prolongados sin abastecimiento que han generado protestas y demandas de cambio.
El agua regresó a la casa de Pérez Badillo hasta que la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda visitó Ensenada en un esfuerzo por calmar la creciente indignación pública por la gravedad de los recortes.
Aproximadamente un mes después, el gobierno federal mexicano declaró el inicio de la emergencia por sequía en varios estados.
La escasez de agua llegó al extremo en Monterrey, capital del industrial estado de Nuevo León, donde racionaron el suministro a solo unas horas al día.
Y aunque no fue tan grave, el decreto incluyó a Baja California. Esa medida otorga poderes temporales al gobierno federal para usar los derechos de agua que normalmente irían a la agricultura y a la industria, y redirigirlos para saciar las sedientas zonas urbanas.
Al igual que en los Estados Unidos, cerca del 80% del agua del río Colorado a la que tiene derecho México, va a los agricultores.
“Esto no es sostenible”, dijo Alfonso Cortez Lara, investigador del departamento de estudios urbanos y medio ambiente del Colegio de la Frontera Norte (Colef), quien señaló que las ciudades mexicanas crecieron mucho desde el establecimiento del antiguo sistema de derechos de agua.
“Tenemos que hacer cosas radicales ante este tipo de declaraciones… Necesitamos que el gobierno federal y los estados se centren en gestionar la demanda de agua en lugar de centrarse en buscar más recursos hídricos”, agregó.
LAS FUENTES DE AGUA EN ENSENADA
Ensenada es la tercera ciudad más grande de Baja California. Se asienta sobre acuíferos que solían proporcionar suficiente agua para su agricultura, e incluso sobraba para suministrar a Tijuana. Hoy, es al revés.
Cada vez hay menos agua en el subsuelo del puerto porque sus acuíferos están sobreexplotados por la agricultura y la creciente demanda urbana. El agua del océano también se está filtrando en esos acuíferos, contaminando lo que queda.
Alonso Centeno Hernández, director de la CESPE, dice que la ciudad aún depende de los acuíferos en aproximadamente un 25%.
También tienen agua de mar. Con apoyo e inversión extranjera, Ensenada se convirtió en el hogar de la primera planta desaladora de Baja California. Entró en funcionamiento en 2018 y tiene un contrato para proporcionar el 40% del abastecimiento de la ciudad, aunque no ha cumplido con esa obligación.
El resto, otro 40% más o menos, proviene del río Colorado, que actualmente sufre una sequía sin precedentes.
La próspera Tijuana, a una hora al norte de Ensenada, depende casi por completo del río.
El caudal que corresponde a la costa bajacaliforniana se envía desde Mexicali hasta el extremo oeste del estado gracias al acueducto, y llega a Ensenada a través de una tubería llamada de "flujo inverso", porque alguna vez envió agua a Tijuana.
Pero es probable que Ensenada no reciba toda el agua que le corresponde, porque esa vieja tubería tiene muchas fugas.
Según Centeno Hernández, porque los gobiernos anteriores no le dieron el mantenimiento adecuado.
Así que ahora reparan docenas de fugas tratando de resolver el problema inmediato.
Centeno agregó que el municipio probablemente requerirá una segunda planta desalinizadora.
Como en otras ciudades de Baja California, la escasez en Ensenada no es nueva.
Pero este año, algunas colonias pasaron meses sin agua y su infraestructura hidráulica se derrumba como la paciencia de los ensenadenses.
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¿CÓMO LLEGÓ A ESTO ENSENADA?
A principios de marzo, la planta desaladora -con apenas cuatro años- necesitaba reparaciones y más de 60 colonias se quedaron sin agua durante unas semanas.
El gobierno estatal envió pipas a llenar los conocidos rotoplas, aljibes y hasta baldes gratis.
La escasez debido a los problemas en la planta desaladora repercutió en las zonas residenciales. Ni las pilas o cisternas subterráneas alcanzaron para aguantar los prolongados recortes.
Unos meses después, ensenadenses molestos salieron a las calles bloqueando el tránsito frente a la CESPE.
Jorge Ojeda, empresario de la industria naviera, creció en Ensenada. Nunca antes había visto protestas en la calle por el agua, ni había sufrido recortes como los actuales.
Vive en el fraccionamiento Chapultepec, situado en lo alto de las colinas de Ensenada con vista al Océano Pacífico, donde los antiguos pobladores adinerados construyeron residencias con cisternas subterráneas.
Autoridades estatales le dijeron a Ojeda que no podían bombear agua hasta su casa.
“Tan desesperante que a veces las señoras de la casa salían a la calle en la noche en pijama buscando al `pipero´ que quisiera llevarles agua”, dijo Cecilia Lencioni, otra habitante del mismo fraccionamiento.
Los residentes lograron una reunión con el director de la comisión estatal de servicios públicos del puerto.
“Eso se volvió una discusión muy acalorada entre los residentes y el director. Luego vino la gobernadora una semana después, y de repente tuvimos agua”, dijo extrañado Jorge Ojeda.
El 30 de mayo, el presidente de una asociación empresarial dijo a la prensa local que el gobierno federal debería intervenir y declarar el estado de emergencia en Ensenada.
Para el 1 de junio la gobernadora apareció en el puerto anunciando un nuevo plan para resolver el problema del agua en Ensenada.
Una semana después, presentó su plan de desarrollo estatal que, en parte, abordaría los proyectos de suministro.
“La zona costa no puede depender totalmente del acueducto”, dijo la mandataria. “Tenemos que encontrar otras alternativas”, añadió.
El plan dice que el acueducto que envía agua de Tijuana a Ensenada necesita urgentemente una reparación y que la planta desalinizadora colapsó, entregando menos de la mitad de lo contratado.
Los ánimos en el puerto seguían caldeados.
El semanario Zeta denunció que vecinos de la colonia Vista Hermosa -que llevaban sin agua varios días- golpearon a un empleado de la CESPE que entregaba el recibo.
Para el 10 de junio, la gobernadora reemplazó al jefe de ese departamento con Centeno Hernández entre varios cambios en las comisiones de agua.
El 12 de julio, la Secretaría para el Saneamiento y Protección del Agua (Seproa), emitió un comunicado para informar de una enorme grieta en la tubería entre Tijuana y Ensenada.
Dos días después, una subestación eléctrica que bombea el agua del río Colorado desde Mexicali a Tijuana explotó, lanzando una columna de humo negro al aire.
Ese mismo día el gobierno federal declaró la emergencia por sequía.
“Esta declaración de emergencia llega algo tarde porque sabemos de este problema probablemente desde 2017”, dijo Cortez Lara.
El gobierno mexicano tiene más margen para distribuir el agua, dando prioridad a los consumidores urbanos, pero el académico del Colef dice que eso significa que algunos agricultores tendrían que descansar sus tierras para que haya agua para las ciudades.
Pero parece que eso no es una opción en el gobierno de Baja California.
Los funcionarios tratan de calmar los temores sobre la escasez en Ensenada y más allá, diciendo que solucionaron muchas de las fugas y restauraron en cuestión de días, gran parte del servicio que había fallado.
La gobernadora y funcionarios del agua de Mexicali hablan de resolver los problemas de escasez mediante la construcción de plantas de tratamiento.
El 29 de julio, Francisco Bernal Rodríguez, exsecretario de agua de Baja California que ahora trabaja para la Comisión Nacional del Agua (Conagua), le dijo a Tijuanapress.com que buscar agua de los agricultores de Mexicali está prácticamente fuera de sus opciones.
“No podemos quitarle el derecho a unos y dárselo a otros porque… las comunidades tienen garantizado el derecho al agua y estamos trabajando para que no se generen conflictos”, dijo Bernal Rodríguez.
Sin embargo, los cortes de agua, comúnmente llamados "tandeos", continúan tanto en Tijuana como en Ensenada, por lo que seguimos viendo pipas en el arroyo.