Evan Quarnstrom
San Diego.- Mientras escucho a los políticos, estadounidenses del interior, Demócratas, Republicanos, presentadores de noticias descaradamente partidistas, y dueños de camionetas levantadas con calcomanías, discutiendo la gravedad del problema, empiezo a preguntarme, ¿Esta gente de verdad sabe de lo que habla?
¿Han cruzado la frontera? ¿Han visitado la zona fronteriza? ¿Han visto la frontera con sus propios ojos? ¿Conocen a alguien que viva cerca de la frontera? ¿Conocen a alguien que viva al otro lado? Por extraño que parezca, al otro lado del abismo, vive gente, igual que tú y yo.
Admito que no soy experto en la política de inmigración, pero tengo la perspectiva de alguien que vive en una comunidad fronteriza, alguien que cruza la frontera relativamente seguido, y alguien que conoce a personas de los dos lados. A la gente de San Diego, esto no les parece nada especial, pero tan solo 2,5% de la población de EE.UU. vive en un condado que comparte frontera con México. La perspectiva de un residente de la zona fronteriza es algo que la mayoría de la gente que discute el asunto, no tiene.
Vivir cerca de la frontera no le hace a nadie experto en el tema, pero opino que sí le agrega un cierto nivel de credibilidad.
Antes de que empiece la gran discusión, no es mi intención escribir un artículo con motivaciones políticas. Con mucho gusto expreso que mi opinión sobre la inmigración es la opuesta que el presidente actual, pero quisiera adoptar un enfoque más objetivo para comunicar el ‘problema’ en cuestión.
Entonces, para ver de que se trata el alboroto y para mostrarles a los que no han visto la frontera como es, visité y documenté un tramo de la frontera sin muro en California.
una mera distancia de literalmente dos pies divididos por tres alambres oxidados y viejos puede cambiar su vida de manera drástica. Si nacieras en esa pierda al otro lado de la cerca, serías mexicano, aprenderías el castellano como primera lengua, y desafortunadamente es probable que se enfrentarías con más desafíos para llegar a lograr una situación económica cómoda en la vida. (Digo que ‘es probable’ porque el dinero no necesariamente causa la felicidad, no todos quieren vivir en los Estados Unidos, y no todos los mexicanos pasan por problemas financieros.)
Si nacieras donde estuve yo, serías estadounidense, lo cual puede brindar oportunidades que no habría en el otro lado de la cerca. También cabe mencionar, nacer en mi lado de la frontera viene con el poder de cruzar la frontera como guste. La libertad de movimiento no para donde empieza el muro. Muchos que nacen en el lado sureño de la frontera nunca reciben una visa que les permite cruzar, nunca pueden pararse donde estuve yo.
Piense en la diferencia que hace la distancia de un solo metro.
Esto me hace pensar en algo relacionado. Creo que el patriotismo está bien con moderación, como con muchas cosas en la vida. Pero a la vez miro la tierra dividida por tres alambres y pienso, donde naces es pura suerte. Sin mencionar la posibilidad infinitamente pequeña que hayas nacido en primer lugar, podrías haber nacido tan fácilmente en ese lado de la cerca. Digamos, cuando entras al mundo, el chance es 60% que nacerás asiático, 20% que nacerás chino. ¿Deberíamos de estar orgullosos de esta suerte aleatoria?
Dado que la posibilidad que yo nací en California, EE.UU es extremadamente pequeña, ¿tengo la responsabilidad inherente de preocuparme por aquellos que también nacieron en mi país, o puedo ver a todos los seres humanos en condiciones de igualdad, todos igualmente merecedores de mi consideración? Suelo inclinarme hacia lo último.
Bueno, el patriotismo no tiene nada de mal, pero allí les dejo con algo en que pueden pensar.
¿Qué aprendí?
Debo decir que no esperaba encontrar mucho durante mi visita a la frontera, así que fue bastante sorprendente encontrar evidencia tan clara de lo que ha pasado en este pedacito de tierra. Los artículos descartados, el muro, y los senderos marcados cuentan una historia. Entre la abundancia de botellas de agua, envoltorios de alimentos, mochilas, ropa, y celulares, pinta una imagen de aquellos que han emprendido el viaje peligroso hacia el norte.
Debo admitir, puede que Trump tenga razón por lo menos con una cosa: es muy probable que un muro más grande, más robusto disminuya la inmigración ilegal a EE.UU. a cierto punto, al menos a corto plazo.
No tienes que ser científico de NASA para seguir las evidencias a exactamente donde el muro actual termina. La cerca de alambre de púas tiene evidencia clara de cruce de migrantes, evidencia que el muro de acero no tiene.
Por otra parte, si crees que la situación en la frontera sureña es una crisis tan grave que requiere billones de dólares de los impuestos que nosotros pagamos, esa es otra conversación. Podría revisar una lista grande de asuntos urgentes que necesitan de presupuesto más que un muro, pero eso no es lo que pretendo lograr con este artículo.
Y para los que se preocupan por los ‘violadores’ que siguen cruzando la frontera, los reto intentar entender, o al menos escuchar, el otro lado del problema. Un buen punto para comenzar es cambiar la perspectiva a un problema interno y leer sobres los crímenes y el entrometimiento político (sí, no es algo que inventó Rusia) que nuestro país ha cometido en países tales como El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, y Panamá, para nombrar unos cuantos. No debe ser sorpresa que una vida en EE.UU. ha llamado la atención de aquellos que nacieron en situaciones desamparadas que fueron deliberadamente desestabilizados por el gobierno de EE.UU.
Espero que esta historia humanice la gente que cruza la frontera para que no sean solo ideas intangibles que se ven en las noticias, no solo un juego de la política. Puedo decir que este viajecito me confirmé este sentimiento. Esta es gente que toma agua, igual que tu y yo. Se pone camisas cuando hace frío, igual que tu y yo. Se cepilla los dientes también. Busca un lugar que le permita crear un futuro para su familia en paz, igual que tu y yo.