Crisstian Villicaña
Tijuana.- Hace ochos meses, al salir de su natal Honduras, Juan Bautista Larios Aguilera no imaginaba que este viaje le iba a cambiar la vida mostrándole un camino que le enseñó la que parece su vocación: ser servidor.
A diferencia de muchos otros migrantes, Juan no buscaba llegar a los Estados Unidos, sino establecerse de manera legal en México para con ello conseguir un empleo, el cual era casi imposible de encontrar en su país, donde se vive bajo violencia y precarios sueldos ocasionando con ello inseguridad y pobreza.
"El motivo de salir de Honduras es que mi país es muy peligroso por las pandillas, por muchas cosas; hay cosas que uno no las habla porque hay veces que te metes en problemas, y la única opción que te queda es salir del país para tener a salvo tu vida. En nuestros países, ganas un salario de 100 lempiras al día, que equivale a 50 pesos aquí en México", platicó.
Su viaje lo hizo sin familia ni amigos a través del tren llamado "la bestia" que sale desde sus dos rutas en el sur, Chiapas y Tabasco, para recorrer toda la república hasta llegar a Mexicali. En dicho trayecto, comenzó a vivir lo que hoy en día es su tarea en el albergue Movimiento Juventud 2000: servir a sus similares migrantes que enfrentan la travesía de salir de sus países de origen.
"Tomé esta decisión por las necesidades que ellos tienen y por lo que ellos sufren. Hay personas que no les dan el trato que se merecen. Yo vengo desde muy abajo, yo me crié desde pequeño en la calle; no me crié ni con mi mamá y mi familia, y eso es lo que me ha hecho ser un servidor de aquí del albergue. Al ver las necesidades de las personas, se me hace ver como si fuera mi misma persona la que lo está viviendo; entonces, por eso tomé esa decisión. Llevo de servidor para tres meses y la verdad sí me ha gustado, porque, cuando llegan familias y luego se van al otro lado, uno queda con pesar, queda como si fuera su propia familia, porque le guardas y le agarras un gran cariño", narró.
Dijo que si se le da la oportunidad, se ve haciendo esta función de servidor por más tiempo, una que le ha permitido desarrollarse ayudando a los demás, opción que no tuvo en Honduras y hoy la vive en Tijuana, a tres mil 652 kilómetros de distancia del que fue su hogar.