Tijuana.- Ofelia Almaguer Muñoz y su nieto apenas sobreviven con la venta de chicles, cacahuates y mazapanes, en la zona Centro de la ciudad, actividad que se ha visto sumamente disminuida durante la pandemia por el virus Sars-cov-2.
A sus más de 66 años de edad, Ofelia, y sabiéndose población vulnerable, no deja de recorrer las calles del centro para vender dulces y ahora cubrebocas, ya que es su único sustento.
De Ofelia depende también su nieto, un joven de 14 años de edad que presenta retraso intelectual y déficit de atención, por lo que requiere de especial atención y apoyo psicológico, además de la educación formal.
Desde los 60 años de edad, cuando Ofelia ya no pudo conseguir trabajo en ninguna parte por su edad, optó por la venta de dulces, acudiendo todos los días a las concurridas calles del centro. Con el confinamiento, mucha gente dejó de salir y eso hizo que hubiera menos ventas.
Durante 14 años Ofelia estuvo al cuidado de su nieto, ya que la madre lo abandonó cuando apenas era un bebe, “él estudia, pero requiere más apoyo, lo tengo que llevar a terapias”. A su hija no la ve desde que le dejó al pequeño, “no sabemos nada de ella, tenía 17 años en aquel tiempo”, menciona sin impedir que la mueca de tristeza se refleje en su rostro.
“Una hermana mía es la que nos presta el terreno en el que vivimos mi muchachito y yo, allá por Cumbres”, comenta Ofelia, colonia desde la que se traslada todos los días, para buscar el sustento con las ventas.
Acercándose a otros vendedores, Ofelia y su nieto, han incursionado en la venta de cubrebocas, por los cuales solo reciben una comisión de 150 a 200 pesos dependiendo de la cantidad que se venda, ya que ellos no pueden producirlos por su cuenta.