/ sábado 4 de julio de 2020

Tijuana extrañará a quienes ya no están

El Covid-19 nos arrebató a tres profesionales que siempre se entregaron a sus actividades

Hebert Axel; pasión, teatro y amistad

La enseñanza, entrega y talento que siempre mostró continúan con quienes compartió su vida

Fueron alrededor de 40 años de carrera teatral. Cortesía | Carlos Corro

Crisstian Villicaña | El Sol de Tijuana

Hebert Axel pasó su vida impartiendo clases de teatro, actuando y dirigiendo puestas en escena. Estas actividades no solo marcaron su andar, sino la de cientos de personas que se formaron bajo su conocimiento, disciplina y en especial, por la pasión que le caracterizaba, la cual era capaz de sacar lo mejor de él y de quien lo rodeaba.

Siempre perfumado, de trato amable con todas las personas y bromista elocuente con aquellos que eran amigos, se le solía ver enfocado hasta el fondo en sus proyectos, justificando cada elemento que los componía, mientras que en la parte personal su madre y familiares ocupaban su atención.

La enseñanza, entrega y talento que siempre mostró, se puede decir que siguen vivos en todos aquellos con los cuales compartió la vida.

SUS ACCIONES

Fueron alrededor de 40 años de carrera teatral, de formar actores en la Casa de la Cultura Tijuana y otros recintos. Con más de 40 puestas en escena bajo su dirección, destacan "Rebelión o la farsa en pedazos", "En altamar", "Ramón y Cornelio", así como la "Campesinela".

Ésta última distinguida por introducir en la clásica pastorela elementos propios de la migración que se da desde México a Estados Unidos, siendo esta una de sus obras más reconocidas al alcanzar 18 temporadas.

La Compañía del Sótano fue otro de sus grandes legados. En ella se formaron y trabajaron cientos de actores que hasta la fecha siguen recordando la importancia de haber pertenecido al ensamble que les brindó la oportunidad de pisar los escenarios, de sentir al público.

En su última etapa se formó como terapeuta Gestalt, lo que sumado a su experiencia teatral le permitió desarrollar el diplomado de actuación vivencial.

La Compañía del Sótano fue otro de sus grandes legados. Cortesía | Carlos Corro

TESTIMONIOS

La huella de Hebert perdura en muchos sentidos, en muchos corazones, siendo el del actor Carlos Corro uno de los que más lo recuerda luego que compartió varias décadas a su lado tanto en lo profesional como en la vida diaria.

"Era una persona que amaba la vida, el trabajo. Compartía el conocimiento, no era egoísta, al contrario, daba lo poco o mucho que él tenía, era un apasionado", plática.

Estar en un escenario con Hebert, recuerda Carlos, era todo una experiencia. "Trabajar con él era una delicia".

"Podía ser exigente porque no se quedaba con la primera propuesta y ese trabajo lo enriquecía como director y a mí como actor: esa era la parte rica, la búsqueda de alternativas que un actor pudiera tener para hacer el trabajo".

Alondra Padilla fue alumna de Hebert y parte de La Compañía del Sótano, hechos que impactaron su vida. "Su ética de trabajo, su pasión por el teatro me atrapó".

"Desde el vestuario, la puntualidad en los ensayos, él quería que el trabajo fuera profesional, siempre decía: 'no los voy a exponer y no voy hacer cualquier cosa nada más por cumplir, va ser un trabajo de calidad'; eso siempre lo tuve presente a lo largo de estos 17 años en el teatro.

Otra de sus aprendices y amiga fue Clara Olivas, la cual recuerda. "Tenía un lado muy humanista, muy sensible, siempre preocupado por cómo estabas, eso es lo que más nos llegó a todas las personas que hemos trabajado con él, estudiado, no nada más era el maestro, también el amigo, el humano que trabaja contigo como persona para poder hacer teatro".

SU PARTIDA

En su última etapa se formó como terapeuta Gestal. Cortesía | Alondra Padilla

Hebert solía padecer de problemas respiratorios. En marzo le comentó a Carlos Corro que presentía que iba a enfermar de Covid-19 tras presentar síntomas como tos.

Al transcurrir las semanas le comenzó a faltar el aire a tal grado que no podía conversar con normalidad, obligándole a internarse en el Hospital General de Tijuana.

"Fue la última conversación que tuve con él. Después le marcaba y no contestaba. Luego supimos que estaba hospitalizado".

"Pasaron los días hasta que nos llamaron para informar sobre su deceso. Él entró al hospital el seis de abril y falleció el día 19 de abril", narró Corro, quien entre lagrimas lamenta no haber podido decir adiós a una persona que marcó su vida en distintos sentidos.

Luego de la pérdida y ante la continuación de la pandemia, Carlos mantiene las cenizas de Hebert ,esperando el momento de poder brindarle un merecido homenaje.

Después de ello, le gustaría darle continuidad a la labor que inició Axel con La Compañía del Sótano.


Francisco Gutiérrez, heroísmo frente a las llamas

Se unió al Cuerpo de Bomberos en 1999, tras realizar cursos de primeros auxilios en EU y la Cruz Roja Tijuana

Completó sus estudios de licenciatura y maestría en Derecho. Cortesía | Julio Samaniego

Juan Miguel Hernández | El Sol de Tijuana

Francisco Gutiérrez Reséndiz, tenía 48 años, era bombero y falleció por Covid-19 el pasado 12 de mayo en el Hospital General de Tijuana.

Amante de su profesión, se unió al Cuerpo de Bomberos en 1999, tras realizar cursos de primeros auxilios en Estados Unidos y la Cruz Roja Tijuana, que le fueron de gran utilidad en su labor como “apaga fuegos”, que le llevaron a ser conocido entre sus compañeros como “Pancho Protocolos”.

No bastándole con su experiencia en el área médica y operativa, se fue superando año tras año, hasta lograr convertirse en el responsable del área Jurídica de la Dirección de Bomberos, luego de completar sus estudios de licenciatura y maestría en Derecho.

Su ejemplo motivó a más compañeros, esas ganas de salir adelante, logró impulsar a la gente más joven a seguir preparándose, tanto en las aulas, como en las labores de rescate, no había día en que no hiciera énfasis en alcanzar la perfección.

Logró salvar la vida de una persona de la tercera edad en 2012. Cortesía | Julio Samaniego

Sus métodos de trabajo perfectamente establecidos, lo convirtieron en un héroe, que al ponerse su traje, sabía que tenía que arriesgar su vida para salvar a otro, que necesitaba de sus conocimientos y valentía para salvaguardar su integridad.

Un ejemplo de su valentía fue aquel 31 de mayo de 2012, cuando en medio de una casa en llamas, logró salvar la vida de una persona de la tercera edad que llevaba varios minutos atrapada en el siniestro. Su determinación fue fundamental para encontrarla, ganándose para siempre el agradecimiento de los seres queridos de la lesionada.

“En la primer búsqueda no la encontramos y hasta la segunda vez pudimos, luego la subimos a la ambulancia con una intoxicación muy severa, él dado su nivel de entrenamiento realizó una entubación arriba de la ambulancia y gracias a esto la señora ya iba consciente al hospital. La familia quedó muy agradecida por lo que él hizo para salvarle la vida”, recordó Nestor, compañero de Francisco por más de dos décadas.

Francisco ya partió, no hará más sus bromas y tampoco regañará a sus compañeros por no cumplir con los protocolos. No seguirá guiando a su equipo jurídico, ese que tantas satisfacciones le dio en la última etapa de su vida. Se fue, pero en el corazón y mente de más de 400 bomberos de la ciudad quedará el legado del Capitán “Pancho Protocolos”.

Extrañan a Francisco Gutiérrez Reséndiz en el Cuerpo de Bomberos. Foto: Ángeles García | El Sol de Tijuana

“Será recordado como un buen amigo, compañero, hicimos una buena mancuerna y amistad él y yo. Fue muy pesado para mi enterarme, no lo creo, viendo sus fotografías, recordando las cosas que vivimos, es muy pesado, la verdad, es muy difícil. Creímos que iba a estar bien, esta enfermedad me quitó a un buen compañero y a un buen amigo”, rememoró Julio Samaniego, integrante del Cuerpo de Bomberos.

“Fue muy rápido todo, no hacía mucho tiempo que había estado hablando en persona con él. Todos sabíamos que Francisco se cuidaba muy bien. Nos preguntamos cómo fue que le pasó a él, que llegara la enfermedad a ese nivel. Creímos que se iba a recuperar y al término de 30 días lo íbamos a tener de vuelta, riéndonos de lo que le pasó, pero no fue como pensábamos”, confesó el encargado de despacho de la Dirección de Bomberos, Nestor Alarcón.

Francisco Gutiérrez Reséndiz ingresó al Hospital General el 3 de mayo, luego de que su condición se complicara, al ser diagnosticado por Covid-19. Fueron nueve días de luchar por su vida, hasta que la madrugada del martes 12 de mayo, perdiera su batalla contra la muerte, aquella que tantas veces desafió al combatir las llamas de fuego.


Moisés Márquez, periodismo y política

Una oportunidad de trabajo en un diario de Mexicali lo llevó a la capital bajacaliforniana, un viaje que duró 15 años

La locución era una de las pasiones de Moisés Márquez. Cortesía | Myrna Sánchez

Daniel Ángel Rubio | El Sol de Tijuana

Cuando el coronavirus provocó su muerte el 7 de mayo, Moisés Márquez Villegas se había dedicado al periodismo casi toda su vida. Sólo se alejó para involucrarse temporalmente en otra de sus pasiones: la política.

Ese aficionado al deporte al que en su juventud le dijeron que un problema en la espalda lo tendría en silla de ruedas a los 40 años de edad, pero a los 50 se estaba preparando para un triatlón, dejó un legajo de recuerdos y enseñanzas entre quienes lo trataron de cerca.

Myrna Sánchez, que lo conoció cuando estudiaban juntos la secundaria en Empalme, Sonora, y más tarde se convertiría en su esposa y madre de su hijo, lo recuerda siempre pegado a una pluma.

“Moisés empieza a hacer sus pininos en el periodiquito de la escuela”, cuenta en entrevista en la que también lo pinta como un profesionista dedicado.

“Me acostaba, y él escribiendo, haciendo, planeando. Me levantaba y seguía igual, escribiendo en la máquina”, menciona.

La vida pudo llevarlo por otros rumbos si hubiera seguido los estudios de acuacultura que cursó en la preparatoria, pero siguió el camino de su padre y prefirió la locución.

Moisés Márquez Villegas fue director de Comunicación en el XXII Ayuntamiento. Cortesía | Myrna Sánchez

Una oportunidad de trabajo en un diario de Mexicali lo llevó a la capital bajacaliforniana en lo que se supone sería un viaje de ida y vuelta que se extendió por 15 años, y al final la invitación de un semanario lo trajo a Tijuana.

En ese medio de comunicación, que siempre fue su casa y que lo despidió con un extenso artículo y su portada, dirigió a periodistas que iniciaban su carrera como Korina Sánchez.

Ella recuerda un amigo bondadoso con la capacidad de escuchar sin juzgar, pero también un jefe exigente que buscaba la información más actual al cierre de edición y se empeñaba en impulsar a sus colaboradores.

“Tenía un ojo muy político, le encantaba la política”. comenta la joven reportera que lo vio salir dr la redacción del semanario a la campaña por el Ayuntamiento de Tijuana, donde fue director de comunicación social y después parte de la Oficina de Presidencia.

Fue cuando terminó ese gobierno y regresó a las calles con su libreta y una pluma, en medio de la pandemia por el coronavirus, cuando enfermó.

A un dolor de garganta que no atendió a tiempo por un viaje de emergencia se sumó un mal diagnóstico y después la falta de respuesta oportuna en el seguro social.

“Nos tuvieron al aire libre cinco horas y media, esperando, haciendo fila, cuando él ya tenía problemas con los bronquios. Lo que hizo el IMSS fue darle una incapacidad por 14 días y una hojita de cuidados del covid”, narró Myrna Guadalupe.

En su última etapa volvió a las calles con libreta y pluma. Foto: Carlos Luna | El Sol de Tijuana

Cuando ya su salud estaba deteriorada y se había despedido de su esposa, finalmente aceptaron hacerle la prueba gracias a la intervención de amigos que apoyaron siempre a la familia en ese difícil episodio.

Pero al verlo los médicos supieron que la prueba no era necesaria, y en cambio quedó internado inmediatamente en el Hospital General, donde se aferró a la vida por más de 15 días, mientras las personas que lo estimaban esperaban noticias suyas.

Al final en su hogar quedaron dispersas sus libretas de anotaciones y los ejemplares de la biblioteca que lo ayudaron a entender la realidad que contaba a diario, pero sobre todo dejó una huella en la memoria.

Como aficionado al buceo y a la natación pidió que sus cenizas fueran esparcidas en San Carlos, Sonora, y su esposa Myrna asegura que cumplirá su deseo.

Hebert Axel; pasión, teatro y amistad

La enseñanza, entrega y talento que siempre mostró continúan con quienes compartió su vida

Fueron alrededor de 40 años de carrera teatral. Cortesía | Carlos Corro

Crisstian Villicaña | El Sol de Tijuana

Hebert Axel pasó su vida impartiendo clases de teatro, actuando y dirigiendo puestas en escena. Estas actividades no solo marcaron su andar, sino la de cientos de personas que se formaron bajo su conocimiento, disciplina y en especial, por la pasión que le caracterizaba, la cual era capaz de sacar lo mejor de él y de quien lo rodeaba.

Siempre perfumado, de trato amable con todas las personas y bromista elocuente con aquellos que eran amigos, se le solía ver enfocado hasta el fondo en sus proyectos, justificando cada elemento que los componía, mientras que en la parte personal su madre y familiares ocupaban su atención.

La enseñanza, entrega y talento que siempre mostró, se puede decir que siguen vivos en todos aquellos con los cuales compartió la vida.

SUS ACCIONES

Fueron alrededor de 40 años de carrera teatral, de formar actores en la Casa de la Cultura Tijuana y otros recintos. Con más de 40 puestas en escena bajo su dirección, destacan "Rebelión o la farsa en pedazos", "En altamar", "Ramón y Cornelio", así como la "Campesinela".

Ésta última distinguida por introducir en la clásica pastorela elementos propios de la migración que se da desde México a Estados Unidos, siendo esta una de sus obras más reconocidas al alcanzar 18 temporadas.

La Compañía del Sótano fue otro de sus grandes legados. En ella se formaron y trabajaron cientos de actores que hasta la fecha siguen recordando la importancia de haber pertenecido al ensamble que les brindó la oportunidad de pisar los escenarios, de sentir al público.

En su última etapa se formó como terapeuta Gestalt, lo que sumado a su experiencia teatral le permitió desarrollar el diplomado de actuación vivencial.

La Compañía del Sótano fue otro de sus grandes legados. Cortesía | Carlos Corro

TESTIMONIOS

La huella de Hebert perdura en muchos sentidos, en muchos corazones, siendo el del actor Carlos Corro uno de los que más lo recuerda luego que compartió varias décadas a su lado tanto en lo profesional como en la vida diaria.

"Era una persona que amaba la vida, el trabajo. Compartía el conocimiento, no era egoísta, al contrario, daba lo poco o mucho que él tenía, era un apasionado", plática.

Estar en un escenario con Hebert, recuerda Carlos, era todo una experiencia. "Trabajar con él era una delicia".

"Podía ser exigente porque no se quedaba con la primera propuesta y ese trabajo lo enriquecía como director y a mí como actor: esa era la parte rica, la búsqueda de alternativas que un actor pudiera tener para hacer el trabajo".

Alondra Padilla fue alumna de Hebert y parte de La Compañía del Sótano, hechos que impactaron su vida. "Su ética de trabajo, su pasión por el teatro me atrapó".

"Desde el vestuario, la puntualidad en los ensayos, él quería que el trabajo fuera profesional, siempre decía: 'no los voy a exponer y no voy hacer cualquier cosa nada más por cumplir, va ser un trabajo de calidad'; eso siempre lo tuve presente a lo largo de estos 17 años en el teatro.

Otra de sus aprendices y amiga fue Clara Olivas, la cual recuerda. "Tenía un lado muy humanista, muy sensible, siempre preocupado por cómo estabas, eso es lo que más nos llegó a todas las personas que hemos trabajado con él, estudiado, no nada más era el maestro, también el amigo, el humano que trabaja contigo como persona para poder hacer teatro".

SU PARTIDA

En su última etapa se formó como terapeuta Gestal. Cortesía | Alondra Padilla

Hebert solía padecer de problemas respiratorios. En marzo le comentó a Carlos Corro que presentía que iba a enfermar de Covid-19 tras presentar síntomas como tos.

Al transcurrir las semanas le comenzó a faltar el aire a tal grado que no podía conversar con normalidad, obligándole a internarse en el Hospital General de Tijuana.

"Fue la última conversación que tuve con él. Después le marcaba y no contestaba. Luego supimos que estaba hospitalizado".

"Pasaron los días hasta que nos llamaron para informar sobre su deceso. Él entró al hospital el seis de abril y falleció el día 19 de abril", narró Corro, quien entre lagrimas lamenta no haber podido decir adiós a una persona que marcó su vida en distintos sentidos.

Luego de la pérdida y ante la continuación de la pandemia, Carlos mantiene las cenizas de Hebert ,esperando el momento de poder brindarle un merecido homenaje.

Después de ello, le gustaría darle continuidad a la labor que inició Axel con La Compañía del Sótano.


Francisco Gutiérrez, heroísmo frente a las llamas

Se unió al Cuerpo de Bomberos en 1999, tras realizar cursos de primeros auxilios en EU y la Cruz Roja Tijuana

Completó sus estudios de licenciatura y maestría en Derecho. Cortesía | Julio Samaniego

Juan Miguel Hernández | El Sol de Tijuana

Francisco Gutiérrez Reséndiz, tenía 48 años, era bombero y falleció por Covid-19 el pasado 12 de mayo en el Hospital General de Tijuana.

Amante de su profesión, se unió al Cuerpo de Bomberos en 1999, tras realizar cursos de primeros auxilios en Estados Unidos y la Cruz Roja Tijuana, que le fueron de gran utilidad en su labor como “apaga fuegos”, que le llevaron a ser conocido entre sus compañeros como “Pancho Protocolos”.

No bastándole con su experiencia en el área médica y operativa, se fue superando año tras año, hasta lograr convertirse en el responsable del área Jurídica de la Dirección de Bomberos, luego de completar sus estudios de licenciatura y maestría en Derecho.

Su ejemplo motivó a más compañeros, esas ganas de salir adelante, logró impulsar a la gente más joven a seguir preparándose, tanto en las aulas, como en las labores de rescate, no había día en que no hiciera énfasis en alcanzar la perfección.

Logró salvar la vida de una persona de la tercera edad en 2012. Cortesía | Julio Samaniego

Sus métodos de trabajo perfectamente establecidos, lo convirtieron en un héroe, que al ponerse su traje, sabía que tenía que arriesgar su vida para salvar a otro, que necesitaba de sus conocimientos y valentía para salvaguardar su integridad.

Un ejemplo de su valentía fue aquel 31 de mayo de 2012, cuando en medio de una casa en llamas, logró salvar la vida de una persona de la tercera edad que llevaba varios minutos atrapada en el siniestro. Su determinación fue fundamental para encontrarla, ganándose para siempre el agradecimiento de los seres queridos de la lesionada.

“En la primer búsqueda no la encontramos y hasta la segunda vez pudimos, luego la subimos a la ambulancia con una intoxicación muy severa, él dado su nivel de entrenamiento realizó una entubación arriba de la ambulancia y gracias a esto la señora ya iba consciente al hospital. La familia quedó muy agradecida por lo que él hizo para salvarle la vida”, recordó Nestor, compañero de Francisco por más de dos décadas.

Francisco ya partió, no hará más sus bromas y tampoco regañará a sus compañeros por no cumplir con los protocolos. No seguirá guiando a su equipo jurídico, ese que tantas satisfacciones le dio en la última etapa de su vida. Se fue, pero en el corazón y mente de más de 400 bomberos de la ciudad quedará el legado del Capitán “Pancho Protocolos”.

Extrañan a Francisco Gutiérrez Reséndiz en el Cuerpo de Bomberos. Foto: Ángeles García | El Sol de Tijuana

“Será recordado como un buen amigo, compañero, hicimos una buena mancuerna y amistad él y yo. Fue muy pesado para mi enterarme, no lo creo, viendo sus fotografías, recordando las cosas que vivimos, es muy pesado, la verdad, es muy difícil. Creímos que iba a estar bien, esta enfermedad me quitó a un buen compañero y a un buen amigo”, rememoró Julio Samaniego, integrante del Cuerpo de Bomberos.

“Fue muy rápido todo, no hacía mucho tiempo que había estado hablando en persona con él. Todos sabíamos que Francisco se cuidaba muy bien. Nos preguntamos cómo fue que le pasó a él, que llegara la enfermedad a ese nivel. Creímos que se iba a recuperar y al término de 30 días lo íbamos a tener de vuelta, riéndonos de lo que le pasó, pero no fue como pensábamos”, confesó el encargado de despacho de la Dirección de Bomberos, Nestor Alarcón.

Francisco Gutiérrez Reséndiz ingresó al Hospital General el 3 de mayo, luego de que su condición se complicara, al ser diagnosticado por Covid-19. Fueron nueve días de luchar por su vida, hasta que la madrugada del martes 12 de mayo, perdiera su batalla contra la muerte, aquella que tantas veces desafió al combatir las llamas de fuego.


Moisés Márquez, periodismo y política

Una oportunidad de trabajo en un diario de Mexicali lo llevó a la capital bajacaliforniana, un viaje que duró 15 años

La locución era una de las pasiones de Moisés Márquez. Cortesía | Myrna Sánchez

Daniel Ángel Rubio | El Sol de Tijuana

Cuando el coronavirus provocó su muerte el 7 de mayo, Moisés Márquez Villegas se había dedicado al periodismo casi toda su vida. Sólo se alejó para involucrarse temporalmente en otra de sus pasiones: la política.

Ese aficionado al deporte al que en su juventud le dijeron que un problema en la espalda lo tendría en silla de ruedas a los 40 años de edad, pero a los 50 se estaba preparando para un triatlón, dejó un legajo de recuerdos y enseñanzas entre quienes lo trataron de cerca.

Myrna Sánchez, que lo conoció cuando estudiaban juntos la secundaria en Empalme, Sonora, y más tarde se convertiría en su esposa y madre de su hijo, lo recuerda siempre pegado a una pluma.

“Moisés empieza a hacer sus pininos en el periodiquito de la escuela”, cuenta en entrevista en la que también lo pinta como un profesionista dedicado.

“Me acostaba, y él escribiendo, haciendo, planeando. Me levantaba y seguía igual, escribiendo en la máquina”, menciona.

La vida pudo llevarlo por otros rumbos si hubiera seguido los estudios de acuacultura que cursó en la preparatoria, pero siguió el camino de su padre y prefirió la locución.

Moisés Márquez Villegas fue director de Comunicación en el XXII Ayuntamiento. Cortesía | Myrna Sánchez

Una oportunidad de trabajo en un diario de Mexicali lo llevó a la capital bajacaliforniana en lo que se supone sería un viaje de ida y vuelta que se extendió por 15 años, y al final la invitación de un semanario lo trajo a Tijuana.

En ese medio de comunicación, que siempre fue su casa y que lo despidió con un extenso artículo y su portada, dirigió a periodistas que iniciaban su carrera como Korina Sánchez.

Ella recuerda un amigo bondadoso con la capacidad de escuchar sin juzgar, pero también un jefe exigente que buscaba la información más actual al cierre de edición y se empeñaba en impulsar a sus colaboradores.

“Tenía un ojo muy político, le encantaba la política”. comenta la joven reportera que lo vio salir dr la redacción del semanario a la campaña por el Ayuntamiento de Tijuana, donde fue director de comunicación social y después parte de la Oficina de Presidencia.

Fue cuando terminó ese gobierno y regresó a las calles con su libreta y una pluma, en medio de la pandemia por el coronavirus, cuando enfermó.

A un dolor de garganta que no atendió a tiempo por un viaje de emergencia se sumó un mal diagnóstico y después la falta de respuesta oportuna en el seguro social.

“Nos tuvieron al aire libre cinco horas y media, esperando, haciendo fila, cuando él ya tenía problemas con los bronquios. Lo que hizo el IMSS fue darle una incapacidad por 14 días y una hojita de cuidados del covid”, narró Myrna Guadalupe.

En su última etapa volvió a las calles con libreta y pluma. Foto: Carlos Luna | El Sol de Tijuana

Cuando ya su salud estaba deteriorada y se había despedido de su esposa, finalmente aceptaron hacerle la prueba gracias a la intervención de amigos que apoyaron siempre a la familia en ese difícil episodio.

Pero al verlo los médicos supieron que la prueba no era necesaria, y en cambio quedó internado inmediatamente en el Hospital General, donde se aferró a la vida por más de 15 días, mientras las personas que lo estimaban esperaban noticias suyas.

Al final en su hogar quedaron dispersas sus libretas de anotaciones y los ejemplares de la biblioteca que lo ayudaron a entender la realidad que contaba a diario, pero sobre todo dejó una huella en la memoria.

Como aficionado al buceo y a la natación pidió que sus cenizas fueran esparcidas en San Carlos, Sonora, y su esposa Myrna asegura que cumplirá su deseo.

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