/ viernes 23 de diciembre de 2022

Tijuana sin Hambre, y la labor de rescatar el alimento

TSH busca distribuidoras para evitar que tiren lo que ya no pueden comercializar, pero en buen estado

La necesidad es quizá tan grande como el desperdicio y Tijuana sin Hambre está aportando algo de su trabajo para combatirlo.

“Rescatar el alimento que ya no se pueda comercializar es muy importante para nosotros”, dice Emelyn Aceves, administradora de la cocina en la fundación binacional.

Ese día, como cualquier otro de lunes a sábado, preparaban dos mil platillos para migrantes y personas sin hogar.

“Tratamos que realmente la comida sea nutritiva”, afirma.

Son más de 500 voluntarios y buscan seguir creciendo.

Algunos albergues irán a recoger las charolas, otros esperarán la llegada de los voluntarios a los refugios en los que hay familias enteras que buscan una oportunidad para pedir asilo en Estados Unidos.

“Algún otro orfanatorio que ocupa ayuda en este momento, también podemos apoyar con comida. Siempre y cuando nos avisen con tiempo, nos preparamos”, agrega Emelyn.

A su alrededor, en la cocina ubicada en Zona Centro, hay latas de alimento y verduras donadas, también algo de carne pero la administradora de la cocina explica que regularmente esa deben comprarla porque hay poca donación.

La fundación busca constantemente distribuidoras de alimentos para evitar que tiren lo que ellas ya no pueden comercializar, pero no deja de ser alimento en buen estado.

Emelyn dice que siempre hay personas y empresas dispuestas a ayudar, pero no siempre es tan sencillo.

Algunas compañías deben realizar engorrosos trámites para dar de baja los productos que quieren aportar, y en otras ocasiones la dificultad es el traslado de los donativos a la cocina porque

Emelyn Aceves, administradora de la cocina en la fundación binacional

“En la medida de lo posible estiramos los recursos para poderlo hacer”, comenta.

También está el reto de almacenar los alimentos donados para su conservación y que no terminen convirtiéndose en desperdicio.

Baja California, como algunos otros estados del país, tiene una ley para la donación altruista de alimentos, pero en este caso, parece letra muerta.

El artículo 2 establece que está prohibido el desperdicio de alimentos cuando son susceptibles de aprovechamiento por instituciones de beneficencia, y establece la responsabilidad que tienen las autoridades.

“El Estado y los Municipios promoverán y apoyarán en coordinación con las empresas restauranteras y hoteleras la donación de alimentos preparados o excedentarios, apoyándose para la recolección y traslado con prestadores de servicio social de preparatorias y universidades públicas y privadas existentes en el Estado”, dice el artículo tercero.

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Emelyn Aceves dice que cuentan con el apoyo de universitarios que prestan Servicio Social en la fundación, pero nada más.

“El reto principal es tener los recursos suficientes porque no estamos apoyados por parte del gobierno. Son recursos de las tres organizaciones que lo están sosteniendo y trabajamos todos los días en eventos, recaudación de fondos”, menciona.

Las dos organizaciones que trabajan con Tijuana sin Hambre son International Community Foundation (ICF, por sus siglas en inglés), y This is about Humanity.

En total, dice la coordinadora de la cocina, hoy son más de 500 voluntarios.

El crecimiento de la fundación sencillamente reafirma el tamaño de las necesidades en una ciudad como Tijuana donde diariamente llegan migrantes nacionales y extranjeros.

“Nos dimos cuenta que empezamos con 10 voluntarios o vecinos, y en un mes ya teníamos 300 voluntarios apoyando”, recuerda Emelyn.

La fundación binacional nació en abril del 2020 para entregar despensas en hogares golpeados por la pandemia, pero pronto encontraron que podían hacer más porque no todas las personas beneficiadas tenían hogar.

Entonces habilitaron cocinas urbanas en las que preparaban 150 comidas al día, y desde septiembre de este año se establecieron en Zona Centro.

Tomaron la estafeta de World Central Kitchen, la asociación internacional que trabajó durante cuatro años en Tijuana y llegó originalmente para apoyar la emergencia que trajo la llegada masiva de haitianos.

El plan ahora, dice Emelyn, es seguir creciendo para apoyar a más personas, pero ya no solo con un plato de comida caliente, sino integrándolos a la vida económica de la frontera.

“Realmente que las personas que se queden, que vengan a Tijuana, puedan tener un estilo de vida diferente”, menciona.

La necesidad es quizá tan grande como el desperdicio y Tijuana sin Hambre está aportando algo de su trabajo para combatirlo.

“Rescatar el alimento que ya no se pueda comercializar es muy importante para nosotros”, dice Emelyn Aceves, administradora de la cocina en la fundación binacional.

Ese día, como cualquier otro de lunes a sábado, preparaban dos mil platillos para migrantes y personas sin hogar.

“Tratamos que realmente la comida sea nutritiva”, afirma.

Son más de 500 voluntarios y buscan seguir creciendo.

Algunos albergues irán a recoger las charolas, otros esperarán la llegada de los voluntarios a los refugios en los que hay familias enteras que buscan una oportunidad para pedir asilo en Estados Unidos.

“Algún otro orfanatorio que ocupa ayuda en este momento, también podemos apoyar con comida. Siempre y cuando nos avisen con tiempo, nos preparamos”, agrega Emelyn.

A su alrededor, en la cocina ubicada en Zona Centro, hay latas de alimento y verduras donadas, también algo de carne pero la administradora de la cocina explica que regularmente esa deben comprarla porque hay poca donación.

La fundación busca constantemente distribuidoras de alimentos para evitar que tiren lo que ellas ya no pueden comercializar, pero no deja de ser alimento en buen estado.

Emelyn dice que siempre hay personas y empresas dispuestas a ayudar, pero no siempre es tan sencillo.

Algunas compañías deben realizar engorrosos trámites para dar de baja los productos que quieren aportar, y en otras ocasiones la dificultad es el traslado de los donativos a la cocina porque

Emelyn Aceves, administradora de la cocina en la fundación binacional

“En la medida de lo posible estiramos los recursos para poderlo hacer”, comenta.

También está el reto de almacenar los alimentos donados para su conservación y que no terminen convirtiéndose en desperdicio.

Baja California, como algunos otros estados del país, tiene una ley para la donación altruista de alimentos, pero en este caso, parece letra muerta.

El artículo 2 establece que está prohibido el desperdicio de alimentos cuando son susceptibles de aprovechamiento por instituciones de beneficencia, y establece la responsabilidad que tienen las autoridades.

“El Estado y los Municipios promoverán y apoyarán en coordinación con las empresas restauranteras y hoteleras la donación de alimentos preparados o excedentarios, apoyándose para la recolección y traslado con prestadores de servicio social de preparatorias y universidades públicas y privadas existentes en el Estado”, dice el artículo tercero.

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Emelyn Aceves dice que cuentan con el apoyo de universitarios que prestan Servicio Social en la fundación, pero nada más.

“El reto principal es tener los recursos suficientes porque no estamos apoyados por parte del gobierno. Son recursos de las tres organizaciones que lo están sosteniendo y trabajamos todos los días en eventos, recaudación de fondos”, menciona.

Las dos organizaciones que trabajan con Tijuana sin Hambre son International Community Foundation (ICF, por sus siglas en inglés), y This is about Humanity.

En total, dice la coordinadora de la cocina, hoy son más de 500 voluntarios.

El crecimiento de la fundación sencillamente reafirma el tamaño de las necesidades en una ciudad como Tijuana donde diariamente llegan migrantes nacionales y extranjeros.

“Nos dimos cuenta que empezamos con 10 voluntarios o vecinos, y en un mes ya teníamos 300 voluntarios apoyando”, recuerda Emelyn.

La fundación binacional nació en abril del 2020 para entregar despensas en hogares golpeados por la pandemia, pero pronto encontraron que podían hacer más porque no todas las personas beneficiadas tenían hogar.

Entonces habilitaron cocinas urbanas en las que preparaban 150 comidas al día, y desde septiembre de este año se establecieron en Zona Centro.

Tomaron la estafeta de World Central Kitchen, la asociación internacional que trabajó durante cuatro años en Tijuana y llegó originalmente para apoyar la emergencia que trajo la llegada masiva de haitianos.

El plan ahora, dice Emelyn, es seguir creciendo para apoyar a más personas, pero ya no solo con un plato de comida caliente, sino integrándolos a la vida económica de la frontera.

“Realmente que las personas que se queden, que vengan a Tijuana, puedan tener un estilo de vida diferente”, menciona.

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