Crisstian Villicaña
Tijuana.- A mediados de noviembre del año pasado, soldados estadounidenses colocaron alambre de púas a lo largo del cerco fronterizo con la intención de reforzar la línea divisoria entre México y Estados Unidos. Cuatro meses después, ese “muro” de alambre para detener migrantes forma parte de la seguridad de varias casas de la Zona Norte.
Toda una ganga costó proteger la casa de doña Verónica; pagó cuarenta pesos para que le instalaran la concertina. Según afirma, una persona en situación de calle de origen norteamericano fue quien llegó con un carrito de supermercado lleno del alambre.
Entre cables de luz, árboles y varillas oxidadas, pasa la concertina que antes protegía a Estados Unidos, y que ahora ayudará a resguardar las posesiones de algunos residentes de Tijuana aunque si aumenta la demanda, es posible que también el precio.
El alambre de concertina en el mercado, para cubrir unos siete metros, cuesta entre 245 y 525 pesos dependiendo de la calidad.
“Pasó un señor de esos que llaman indigentes; es un ‘malandro’ norteamericano; ojos azules, pelo rubio; no habla muy bien español, y nos dijo que si nos interesaba el alambre. Le pregunté que cuánto y dijo que 40 pesos por toda la casa, instalado”, afirmó la señora Verónica.
El hombre instaló el alambre en cinco casas y se ganó 200 pesos, dinero que serviría para atender sus necesidades. “Cuando vino a ofrecérnoslos, yo pensé que era de una obra que lo dejó tirado y él lo recogió, pero nunca pensé que fuera del muro; más que nada lo instalamos por la inseguridad. Aquí se brincan el techo y nos roban hasta la ropa tendida”, agregó.
El sujeto que vendió la concertirna se comprometió con otros vecinos a instalarles el cerco de alambre de púas. Según platica la señora Verónica, desde hace tres semanas ha estado pasando con el carrito de súpermercado lleno de alambre. Menciona que el motivo de la compra e instalación del “equipo de seguridad” se debió a la oportunidad que se les presentó al vivir en una de las zonas con más presencia de adictos a las drogas y personas en situación de calle de la ciudad.
“Nosotros no robamos nada. No porque tengamos esto (concertina) van a pensar que somos gente mala.; aquí vive mucha gente trabajadora. Nosotros tenemos un negocio de tacos varios; hay un señor que trabaja en la marisquería; en la vecindad hay un señor que hace nieves; estamos al día”.
Los vecinos deben recurrir a lo que sea con tal de que los ladrones no entren a sus hogares, algo que se ha vuelto muy común en esa zona.
“El gabacho que puso el alambre en cuanto terminó se bajó, se sentó y ahí estaba a los minutos todo doblado por la heroína; ya más tarde se fue, y esa es la gente que ronda por aquí, mucho 'malandro' que trae cosas; pero, como le digo, si hubiéramos sabido que era del muro, uno no compra nada”, finalizó.