/ miércoles 19 de febrero de 2020

Con tejido y yoga, vecinos se unen para rescatar los pubs en Inglaterra

Elevadas rentas e impuestos, o los nuevos espacios de socialización, los tienen al borde de la extinción

RYTON. Mientras en la planta baja algunos clientes beben cerveza acodados al bar o sentados en sillas disparejas, arriba una decena de incondicionales lucha por salvar su pub favorito de la bancarrota que amenaza a estos emblemáticos establecimientos británicos.

En el "Ye Olde Cross", "public house" o simplemente "pub", fundado en el siglo XIX en Ryton, un pueblo de Inglaterra, los clientes más fieles decidieron echarse la mano al bolsillo para instalar una nueva barra y un ascensor a la planta superior.

Ana Paula Domínguez, guía de una vida zen

"Recaudamos suficiente dinero para comprar el edificio pero poco más, así que hacemos lo máximo posible nosotros mismos", explica Ted Euers, uno de los doce miembros del comité de accionistas.

Como más de un centenar en todo el Reino Unido, este pub pertenece a un grupo de accionistas individuales, acogidos a una ley de principios de los años 2010 que reconoce el papel social de estos establecimientos en la vida británica y permite que sean adquiridos por los habitantes para evitar su cierre.

Víctima de cambios frecuentes de gerencia que se tradujeron por una pérdida de rentabilidad, el "Ye Olde Cross" cerró en 2018, un tragedia para los vecinos de este pueblo de siete mil 500 habitantes.

Una situación lejos de ser inhabitual: desde 2007 cerró el 25% de los pubs del Reino Unido, unos 12 mil, según la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS).

"El año pasado vimos un cierre cada doce horas", dice Nik Antona, presidente de Camra, una asociación que milita por el mantenimiento de estos locales.

Las causas de esta hecatombe son múltiples, por ejemplo la aparición de nuevos espacios de socialización para los jóvenes, caída en el consumo de alcohol, consecuencias de la crisis económica de 2008 y elevados alquileres e impuestos para los locales comerciales.

Cine, lectura, tricot o clases para madres novatas, las actividades no faltan en estos espacios reabiertos para todos los adultos / AFP

LAS MANOS EN LA MASA

Cuando cerró el "Ye Olde Cross", los habitantes de Ryton decidieron unir fuerzas y retomar el lugar. Tras meses de puerta a puerta y reuniones con los políticos locales, lograron reunir 150 mil libras (195 mil dólares) entre más de 300 personas.

El valor de las acciones compradas no fluctúa, y no permite plusvalía en la reventa, pero debería ofrecer un pequeño dividendo simbólico en el futuro.

La comunidad recibió también 50 mil libras en subvenciones y un préstamo por la misma cantidad.

Pero los clientes-accionistas tienen que poner las manos en la masa para sacar adelante el establecimiento.

"No nos pagan ni en cervezas", afirma, mientras bebe una pinta, uno de los voluntarios que acaba de ordenar la sala de la primera planta, que se utiliza para clases de yoga al final del día.

Cine, lectura, tricot o clases para madres novatas, las actividades no faltan. La mayoría están animadas por miembros de la comunidad y una parte del precio -en el caso de las de pago- va al pub.

Abigail Bennett, que gestiona el lugar junto a su compañero Billy, asegura que gestionar todo esto es un trabajo "mucho más estresante" que el de un bar normal donde solo se sirven bebidas, pero es "mucho más gratificante".

Este modelo se ha extendido hasta Londres, donde un pub fue retomado por un grupo de habitantes, pero es difícil de aplicar a todos los casos, y cada establecimiento debe encontrar su propia fórmula para atraer clientes.-

RYTON. Mientras en la planta baja algunos clientes beben cerveza acodados al bar o sentados en sillas disparejas, arriba una decena de incondicionales lucha por salvar su pub favorito de la bancarrota que amenaza a estos emblemáticos establecimientos británicos.

En el "Ye Olde Cross", "public house" o simplemente "pub", fundado en el siglo XIX en Ryton, un pueblo de Inglaterra, los clientes más fieles decidieron echarse la mano al bolsillo para instalar una nueva barra y un ascensor a la planta superior.

Ana Paula Domínguez, guía de una vida zen

"Recaudamos suficiente dinero para comprar el edificio pero poco más, así que hacemos lo máximo posible nosotros mismos", explica Ted Euers, uno de los doce miembros del comité de accionistas.

Como más de un centenar en todo el Reino Unido, este pub pertenece a un grupo de accionistas individuales, acogidos a una ley de principios de los años 2010 que reconoce el papel social de estos establecimientos en la vida británica y permite que sean adquiridos por los habitantes para evitar su cierre.

Víctima de cambios frecuentes de gerencia que se tradujeron por una pérdida de rentabilidad, el "Ye Olde Cross" cerró en 2018, un tragedia para los vecinos de este pueblo de siete mil 500 habitantes.

Una situación lejos de ser inhabitual: desde 2007 cerró el 25% de los pubs del Reino Unido, unos 12 mil, según la Oficina de Estadísticas Nacionales (ONS).

"El año pasado vimos un cierre cada doce horas", dice Nik Antona, presidente de Camra, una asociación que milita por el mantenimiento de estos locales.

Las causas de esta hecatombe son múltiples, por ejemplo la aparición de nuevos espacios de socialización para los jóvenes, caída en el consumo de alcohol, consecuencias de la crisis económica de 2008 y elevados alquileres e impuestos para los locales comerciales.

Cine, lectura, tricot o clases para madres novatas, las actividades no faltan en estos espacios reabiertos para todos los adultos / AFP

LAS MANOS EN LA MASA

Cuando cerró el "Ye Olde Cross", los habitantes de Ryton decidieron unir fuerzas y retomar el lugar. Tras meses de puerta a puerta y reuniones con los políticos locales, lograron reunir 150 mil libras (195 mil dólares) entre más de 300 personas.

El valor de las acciones compradas no fluctúa, y no permite plusvalía en la reventa, pero debería ofrecer un pequeño dividendo simbólico en el futuro.

La comunidad recibió también 50 mil libras en subvenciones y un préstamo por la misma cantidad.

Pero los clientes-accionistas tienen que poner las manos en la masa para sacar adelante el establecimiento.

"No nos pagan ni en cervezas", afirma, mientras bebe una pinta, uno de los voluntarios que acaba de ordenar la sala de la primera planta, que se utiliza para clases de yoga al final del día.

Cine, lectura, tricot o clases para madres novatas, las actividades no faltan. La mayoría están animadas por miembros de la comunidad y una parte del precio -en el caso de las de pago- va al pub.

Abigail Bennett, que gestiona el lugar junto a su compañero Billy, asegura que gestionar todo esto es un trabajo "mucho más estresante" que el de un bar normal donde solo se sirven bebidas, pero es "mucho más gratificante".

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