/ martes 1 de diciembre de 2020

En Alemania, diseñan mercado para comprar desde el auto

Los establecimientos decembrinos en Lanshut, Alemania, tienen los alimentos alusivos a la época, aunque para comprar los clientes no pueden bajar del coche

LANDSHUT. En el mercado de Navidad de Landshut, en el sur de Alemania, no falta lo esencial, como la nieve artificial, el vino caliente, los dulces y la música kitsch, pero este año hay que venir a comprar sin salir del coche.

Al anochecer, este “drive-in” atrae a docenas de vehículos cuyos ocupantes esperan dentro, pacientemente, a que un empleado con mascarilla y con el típico sombrero de Navidad llame a su ventana para entregarles un menú que propone panqueques, salchichas o castañas calientes.

Una vez hecho el pedido, todavía pueden detenerse frente al puesto de golosinas para regalarse un algodón de azúcar o un corazón de pan de jengibre.

“Nos inspiramos en las cadenas de comida rápida”, dice sonriente Patrick Schmidt, de 31 años, organizador del mercado y propietario del restaurante Zollhaus Landshut.

“Queríamos recrear un poco de la atmósfera navideña, aunque este año sea más complicado”.

Foto: AFP

“TIEMPOS DIFÍCILES”

Para este restaurador, el mercado es una ayuda para su negocio estos “tiempos difíciles”.

Desde principios de noviembre, los restaurantes y bares están cerrados en Alemania para combatir la pandemia de Covid-19. Sólo se permite la venta de comida para llevar.

Las restricciones, que acaban de ser prorrogadas hasta enero, también afectan a los aproximadamente tres mil mercados navideños que se celebran cada año.

Una pérdida significativa de ingresos para la mayoría de las grandes ciudades alemanas, que los han cancelado por temor a más contaminaciones.

Estos mercados, que aparecieron en el siglo XV, nacieron en Alemania con el nombre de Mercado de San Nicolás y son una institución.

Unos 160 millones de personas los visitan cada año y un cliente gasta una media de 18 euros, según la unión alemana de expositores. Esta tradición se ha extendido a otros países de habla alemana y ha conquistado gran parte del mundo.

Este año, para que el espíritu navideño (y los beneficios económicos) no desaparezcan del todo, están floreciendo estas iniciativas.

En Berlín, el distrito de Charlottenburg-Wilmersdorf repartirá los puestos en pequeños grupos en varias calles, aunque no se pueda consumir comida y bebida en el lugar.

El mundialmente famoso mercado de Navidad de Nuremberg, también cancelado, decidió organizar virtualmente su tradicional ceremonia de apertura.

En el noroeste de Alemania, la ciudad de Kalkar también ofrece un mercado de Navidad sin bajarse del coche.

Foto: AFP

500 COCHES AL DÍA

Abierto desde mediados de noviembre, el mercado de Landshut ha sido noticia en la prensa local y atrae a mucha gente.

“El sábado pasado tuvimos 500 coches”, dice Patrick Schmidt.

El vino caliente, servido en termos, no es lo único que atrae a los clientes, que a menudo vienen con sus familias.

“Estoy aquí para apoyar a los restaurantes, porque los echo de menos”, explica Markus Renneke, de 55 años, que vino con su esposa. “Y creo que es una gran idea”.

Al volante de su coche blanco cubierto de nieve artificial, Sandra, acompañada por su hija adolescente, disfruta recuperando un poco del “ambiente” de los mercados navideños.

“Tienes que tener un poco de tiempo y los puestos que venden algo que no sea comida han desaparecido, pero está bien”, dice Sandra, mientras una camarera le trae dos sándwiches tradicionales de salchicha a la parrilla.



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Al anochecer, este “drive-in” atrae a docenas de vehículos cuyos ocupantes esperan dentro, pacientemente, a que un empleado con mascarilla y con el típico sombrero de Navidad llame a su ventana para entregarles un menú que propone panqueques, salchichas o castañas calientes.

Una vez hecho el pedido, todavía pueden detenerse frente al puesto de golosinas para regalarse un algodón de azúcar o un corazón de pan de jengibre.

“Nos inspiramos en las cadenas de comida rápida”, dice sonriente Patrick Schmidt, de 31 años, organizador del mercado y propietario del restaurante Zollhaus Landshut.

“Queríamos recrear un poco de la atmósfera navideña, aunque este año sea más complicado”.

Foto: AFP

“TIEMPOS DIFÍCILES”

Para este restaurador, el mercado es una ayuda para su negocio estos “tiempos difíciles”.

Desde principios de noviembre, los restaurantes y bares están cerrados en Alemania para combatir la pandemia de Covid-19. Sólo se permite la venta de comida para llevar.

Las restricciones, que acaban de ser prorrogadas hasta enero, también afectan a los aproximadamente tres mil mercados navideños que se celebran cada año.

Una pérdida significativa de ingresos para la mayoría de las grandes ciudades alemanas, que los han cancelado por temor a más contaminaciones.

Estos mercados, que aparecieron en el siglo XV, nacieron en Alemania con el nombre de Mercado de San Nicolás y son una institución.

Unos 160 millones de personas los visitan cada año y un cliente gasta una media de 18 euros, según la unión alemana de expositores. Esta tradición se ha extendido a otros países de habla alemana y ha conquistado gran parte del mundo.

Este año, para que el espíritu navideño (y los beneficios económicos) no desaparezcan del todo, están floreciendo estas iniciativas.

En Berlín, el distrito de Charlottenburg-Wilmersdorf repartirá los puestos en pequeños grupos en varias calles, aunque no se pueda consumir comida y bebida en el lugar.

El mundialmente famoso mercado de Navidad de Nuremberg, también cancelado, decidió organizar virtualmente su tradicional ceremonia de apertura.

En el noroeste de Alemania, la ciudad de Kalkar también ofrece un mercado de Navidad sin bajarse del coche.

Foto: AFP

500 COCHES AL DÍA

Abierto desde mediados de noviembre, el mercado de Landshut ha sido noticia en la prensa local y atrae a mucha gente.

“El sábado pasado tuvimos 500 coches”, dice Patrick Schmidt.

El vino caliente, servido en termos, no es lo único que atrae a los clientes, que a menudo vienen con sus familias.

“Estoy aquí para apoyar a los restaurantes, porque los echo de menos”, explica Markus Renneke, de 55 años, que vino con su esposa. “Y creo que es una gran idea”.

Al volante de su coche blanco cubierto de nieve artificial, Sandra, acompañada por su hija adolescente, disfruta recuperando un poco del “ambiente” de los mercados navideños.

“Tienes que tener un poco de tiempo y los puestos que venden algo que no sea comida han desaparecido, pero está bien”, dice Sandra, mientras una camarera le trae dos sándwiches tradicionales de salchicha a la parrilla.



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