/ jueves 14 de noviembre de 2024

Medios y famosos abandonan X ante proliferación de discursos de odio y desinformación

The Guardian, La Vanguardia, instituciones como la Berlinale y famosos como Jamie Lee Curtis y Bette Midler han abandonado la red social de Elon Musk

Tras el anuncio de la salida de X de diarios como el británico The Guardian o el español La Vanguardia, instituciones como la Berlinale o famosos como Jamie Lee Curtis y Bette Midler, expertos de Comunicación consultados por EFE se plantean si es una decisión acertada, ya que dejaría el campo libre a la desinformación.

También consideran que estar ahora en la red propiedad de Elon Musk "es irrelevante".

Mientras, alternativas a X se benefician, como es el caso de Bluesky, impulsada entre otros por uno de los fundadores de Twitter, Jack Dorsey, que ha anunciado que se han unido un millón más de usuarios en la semana posterior a la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses.

Threads, que en octubre superó los 275 millones, ha registrado un incremento de su uso de un 7 por ciento tras la victoria de Trump, según la web de The Wrap.

Y de X se han ido unos 115 mil usuarios, según datos de medios económicos, una cifra menor dado que la red supera los 300 millones de usuarios -aunque Musk dice que son 600-.

¿Abandonar ahora X es una decisión inteligente?

Pero, ¿abandonar ahora X es una decisión inteligente? Según Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo en la Universidad de Navarra (España), es algo cuestionable porque si se van medios de prestigio, quedaría "totalmente contaminada" por los discursos desinformativos.

En una entrevista con EFE, Salaverría explica que, al contrario de lo que sucedía antes de que pasara a ser controlada por Musk en 2022, X tiene una serie de algoritmos que derivan a unos contenidos desinformativos y de "publicidad engañosa", multiplicando los bulos "y el discurso de odio", pero hay otras redes que también están afectadas por esta situación.

No obstante, opina que la red del multimillonario, que estará al frente del nuevo Departamento de Eficiencia del Gobierno en el Ejecutivo de Trump, se ha convertido en una fuente anecdótica en el tráfico de información y considera que el coste corporativo para este medio "es un sacrificio muy pequeño": "Es como el que se pone a dieta y dice me voy a quitar una fresa".

Señala además que el argumento de La Vanguardia, que ha seguido los pasos de The Guardian, es "un poco endeble" porque si uno no quiere estar en esta red social por ser un entorno de desinformación "lo que tendrías que hacer es contribuir a ofrecer una información de calidad".

Sin embargo, el director de La Vanguardia, Jordi Juan, asegura que sí van a perder tráfico y suscriptores con esta medida, pero han preferido "arriesgarse" dejando en suspenso sus cuentas y de publicar tuits de forma directa por considerar que se ha convertido en una caja de resonancia de las teorías de la conspiración y la desinformación.

Otra experta en redes sociales y desinformación, la periodista Carmela Ríos, coincide con Salaverría en que estas plataformas "no son una buena forma de obtener tráfico, es muy pequeño" para los medios de comunicación pero también defiende que "sería muy empobrecedor" cerrar la puerta a esta vía.

"Desgraciadamente está marcando la comunicación política del mundo", subraya Ríos, y abandonar la aplicación significaría dejar de tener los datos que permitirían entender "esta gran historia contemporánea que es la mutación de los ecosistemas de información" y el mecanismo por el que los ciudadanos se están informando.

La periodista apunta más a la regulación de las redes y ve increíble que la UE haya permitido que en X "se exalten ideologías que por ley están prohibidas, como son el nazismo o los fascismos" y que siga impune una compañía "que se salta a la torera día sí y día también todas las reglas de los servicios audiovisuales".

Pero también apunta a que puede entender la huida de X, que se haya convertido "en un barrio no muy recomendable".

En la misma idea ahonda un estudio realizado con datos de nueve países y publicado en la revista científica Nature Communications, que asegura que "el abuso político es un rasgo clave de la comunicación política en la plataforma X y, tanto si se es de izquierdas como de derechas".

Tras el anuncio de la salida de X de diarios como el británico The Guardian o el español La Vanguardia, instituciones como la Berlinale o famosos como Jamie Lee Curtis y Bette Midler, expertos de Comunicación consultados por EFE se plantean si es una decisión acertada, ya que dejaría el campo libre a la desinformación.

También consideran que estar ahora en la red propiedad de Elon Musk "es irrelevante".

Mientras, alternativas a X se benefician, como es el caso de Bluesky, impulsada entre otros por uno de los fundadores de Twitter, Jack Dorsey, que ha anunciado que se han unido un millón más de usuarios en la semana posterior a la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses.

Threads, que en octubre superó los 275 millones, ha registrado un incremento de su uso de un 7 por ciento tras la victoria de Trump, según la web de The Wrap.

Y de X se han ido unos 115 mil usuarios, según datos de medios económicos, una cifra menor dado que la red supera los 300 millones de usuarios -aunque Musk dice que son 600-.

¿Abandonar ahora X es una decisión inteligente?

Pero, ¿abandonar ahora X es una decisión inteligente? Según Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo en la Universidad de Navarra (España), es algo cuestionable porque si se van medios de prestigio, quedaría "totalmente contaminada" por los discursos desinformativos.

En una entrevista con EFE, Salaverría explica que, al contrario de lo que sucedía antes de que pasara a ser controlada por Musk en 2022, X tiene una serie de algoritmos que derivan a unos contenidos desinformativos y de "publicidad engañosa", multiplicando los bulos "y el discurso de odio", pero hay otras redes que también están afectadas por esta situación.

No obstante, opina que la red del multimillonario, que estará al frente del nuevo Departamento de Eficiencia del Gobierno en el Ejecutivo de Trump, se ha convertido en una fuente anecdótica en el tráfico de información y considera que el coste corporativo para este medio "es un sacrificio muy pequeño": "Es como el que se pone a dieta y dice me voy a quitar una fresa".

Señala además que el argumento de La Vanguardia, que ha seguido los pasos de The Guardian, es "un poco endeble" porque si uno no quiere estar en esta red social por ser un entorno de desinformación "lo que tendrías que hacer es contribuir a ofrecer una información de calidad".

Sin embargo, el director de La Vanguardia, Jordi Juan, asegura que sí van a perder tráfico y suscriptores con esta medida, pero han preferido "arriesgarse" dejando en suspenso sus cuentas y de publicar tuits de forma directa por considerar que se ha convertido en una caja de resonancia de las teorías de la conspiración y la desinformación.

Otra experta en redes sociales y desinformación, la periodista Carmela Ríos, coincide con Salaverría en que estas plataformas "no son una buena forma de obtener tráfico, es muy pequeño" para los medios de comunicación pero también defiende que "sería muy empobrecedor" cerrar la puerta a esta vía.

"Desgraciadamente está marcando la comunicación política del mundo", subraya Ríos, y abandonar la aplicación significaría dejar de tener los datos que permitirían entender "esta gran historia contemporánea que es la mutación de los ecosistemas de información" y el mecanismo por el que los ciudadanos se están informando.

La periodista apunta más a la regulación de las redes y ve increíble que la UE haya permitido que en X "se exalten ideologías que por ley están prohibidas, como son el nazismo o los fascismos" y que siga impune una compañía "que se salta a la torera día sí y día también todas las reglas de los servicios audiovisuales".

Pero también apunta a que puede entender la huida de X, que se haya convertido "en un barrio no muy recomendable".

En la misma idea ahonda un estudio realizado con datos de nueve países y publicado en la revista científica Nature Communications, que asegura que "el abuso político es un rasgo clave de la comunicación política en la plataforma X y, tanto si se es de izquierdas como de derechas".

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